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Los directores no se cansaban de repetir que los veleros eran peligrosos y aconsejaban que se prescindiera de ellos. "Ya conocían los riesgos a que se enfrentaban", decían meneando sus enormes cabezas mientras ponían cara de pena. Uno de los carteles utilizados en el reclutamiento de emigrantes más populares de la época muestra a un niño que sonríe de oreja a oreja y cuyos pies desaparecen en dos inmensas botas de adulto cubiertas por una capa de arena rojiza. Puede que la imagen sea algo sentimental, pero no cabe duda de que supo capturar esa sensación de júbilo impetuoso que debió experimentar la humanidad en cuanto se dio cuenta de que se estaba enfrentando con algo tan grande que no podía ser dominado..., todavía.
Y en cuanto a los marcianos, esa raza de titanes esfumada en las nieblas del tiempo, ¿qué podemos decir de ellos? Han pasado unos cuantos años, cierto, pero incluso hoy en día podemos decir muy poco más de lo que declara tan elocuentemente la gigantesca arquitectura de la vieja Schiaparelli. Sus edificios supieron sacar la máxima ventaja posible de la débil gravedad marciana, y si hemos de juzgarles por ellos no cabe duda de que merecen ser recordados como titanes. Eran altos y fuertes, y sus planes eran tan ambiciosos como ellos. Sabían trabajar la piedra, el hierro y el ladrillo. Está claro que disponer de luz natural no era una de las cosas que más les importaban, pero se han encontrado restos de esmalte en algunos de esos raros agujeros de contornos informes que dejan pasar el viento convirtiéndolo en un aullido, y también se han descubierto fragmentos de lo que parece un primer y bastante conseguido intento de fabricar hormigón.
En cuanto a lo que eran realmente esos edificios, seguimos sin estar seguros. De una cosa no cabe duda, y es que de si eran viviendas no nos parecen muy acogedoras. Han sido erosionados y maltratados por las turbulencias y el frío de las arenas, que han eliminado hasta la más mínima huella de los adornos o mobiliario que debieron contener, pero sus paredes y sus techos aún conservan algunas pistas. Hay restos de tallas y, a veces, incrustaciones de formas rectangulares que se suceden unas a otras y que numerosos expertos han identificado confiadamente como escritura, aunque nunca se ha conseguido ninguna traducción remotamente plausible.
Si se nos permite aventurar una más bien fantasiosa interpretación de su carácter basándose en las estructuras, las cubas vacías, bóvedas y madrigueras, la apariencia entre práctica y atrevida de sus escaleras, conductos y alcantarillas e, incluso, de los famosos canales, los marcianos debían de ser una raza seria y decidida que se tomaba muy en serio cuanto emprendía y que no era nada propensa a las digresiones o las frivolidades.