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El espíritu del carnaval consistía precisamente en eso, ¿verdad? "Relájate y disfruta -se dijo-. Deja de preocuparte por las cosas."
Tomó por un atajo que llevaba a Canal Weinbaum y Marco la siguió. Barcazas de color marrón avanzaban lentamente sobre las turbias aguas acompañadas por el petardeo de sus motores. Las mesas situadas junto a la orilla estaban repletas de tipos con bigotes que sorbían sopa humeante directamente del cuenco haciendo un ruido terrible. Unos cuantos barrenderos altaceanos estaban recogiendo los restos del carnaval con sus rastrillos. Todo el mundo parecía sufrir los efectos de la resaca. El cielo se había llenado de franjas nubosas, y la atmósfera se encontraba tan saturada de azufre que te irritaba los pulmones.
Cogieron un deslizador que les sacó de Schiaparelli y les llevó por el Camino Graben dejando atrás los Dedos del Diablo, esos gigantescos pináculos de roca color bermellón y cereza. El ángulo de la luz y la hora del día podían convertirlos en masas de roca fundida que parecía brillar, y cuando Deimos estaba en la fase de plenilunio parecían inmensos hongos rosados o cosas aún peores. Esta mañana los Dedos del Diablo estaban envueltos en una calina rosada y podrían haber sido las torres erosionadas de una ciudad de catedrales enterrada bajo la omnipresente capa de arena o, por lo menos, eso dijo Marco y empezó a entusiasmarse explicándole que siempre había querido actuar allí, y que tenía grandes ideas para un espectáculo estilo son et lumiere con montones de atmósfera y estilo.
-Cuéntame algo sobre tu grupo -dijo Tabitha.
-Oh, no tardarás en conocerles -replicó Marco.
Tabitha decidió insistir.
-¿Qué tal son?
Marco se removió en el asiento y frotó el cristal de la ventanilla con el nudillo de su dedo índice.
-Te llevarás bien con ellos -le aseguró.
Tabitha comprendió que no conseguiría sacarle nada más.
Siempre había odiado las negativas, así que no dijo nada e intentó reprimir su irritación. Marco estaba acostumbrado a salirse con la suya, eso estaba claro. Bueno, podía soportarlo hasta que estuvieran a bordo, pero a partir de entonces las cosas serían distintas. Claro que Marco parecía convencido de que todo debía hacerse a su manera, y quizá hubiera problemas. Por ejemplo, la tarjeta de crédito que necesitaba para pagar su multa estaba con el resto de sus cosas en Plenty, cosa que a Tabitha no le hizo ninguna gracia.