Reconquistar Plenty (Colin Greenland) Libros Clásicos

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Tabitha sintió una curiosa mezcla de irritación y diversión.
-¡No lo sé! Practica con tu guante. Habla con Tal.
-Tal está durmiendo -dijo Marco.
El recipiente de porcelita blanca que contenía al loro se encontraba en el pasillo. Los eladeldis de las aduanas habían arrugado los labios en cuanto vieron al pájaro narcotizado, pero todos los documentos estaban en orden y Marco no había hecho ningún caso de sus expresiones ofendidas.
-Tardará un buen rato en despertar. Ya te dije que odia viajar, ¿no? Las manos de Marco volvieron a posarse sobre las caderas de Tabitha mientras miraba por encima de su hombro.
-Ahí dentro hay montones de cosas -comentó.
Tabitha descargó todo el peso de su cuerpo en el canto de la puerta, pero no consiguió moverla.
-Oh, no hay nada que valga mucho -dijo-. Lo sacaré todo enseguida- repitió, pero su decisión inicial de limpiar el camarote ya estaba empezando a vacilar.
La cantidad de objetos que tendría que mover era realmente inmensa. Monos de repuesto, paquetes y envoltorios, una balsa salvavidas inflable, casi todas las piezas de un robot cocinero de segunda mano que había comprado por un precio tirado y que nunca había conseguido volver a montar... Cada vez que se hartaba de ver algo se limitaba a meterlo en el camarote sin asegurarlo y dejaba que flotara.
-Hace tiempo que no se utiliza -dijo como pidiéndole disculpas-. Los trastos... Bueno, se van acumulando, ¿sabes?
-Nadie tiene ni idea de la mitad de las cosas que ha ido acumulando hasta que no le queda más remedio que hacer algo con ellas -respondió Marco con afabilidad.
Tabitha volvió a empujar la puerta y oyó el estruendo de algo bastante pesado chocando con el suelo del camarote
-Vamos... dijo Marco en voz baja.
-Oye, no me atosigues, ¿quieres? -replicó ella, pero sin mucha convicción.
Las palabras de Marco hicieron que se acordara de la noche anterior y el asunto de la cinta. Probablemente no era más que una de esas cosas sin importancia que ocurren de vez en cuando o que crees que han ocurrido cuando se te ha ido la mano con la bebida o las drogas y estás medio dormida, pero Tabitha no conseguía dejar de pensar en la maldita cinta.
Le dio la espalda a la puerta y se quedó inmóvil delante del umbral de su camarote sin saber qué hacer.

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