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La calzada terminó de repente y el suelo se inclinó bruscamente por delante de ellos, precipitándose en un ángulo muy pronunciado.
Los Gemelos chillaron. Tabitha deslizó el cortaplumas por debajo de un montón de cables y tiró de ellos.
El taxi patinó locamente hasta detenerse con los faros enfilados hacia un precipicio que parecía interminable.
Unos cuantos guijarros desprendidos por el frenazo rebotaron y cayeron hasta esfumarse en la oscuridad y el silencio.
Tabitha bajó de un salto con Marco pisándole los talones.
-¿Dónde infiernos estamos?-preguntó.
Su voz recorrió una gran distancia hasta chocar con las paredes y extinguirse en una confusión de ecos.
Marco se había quedado inmóvil con los brazos en jarras y movía lentamente la cabeza intentando ver algo en aquella penumbra que olía a moho y humedad.
Tabitha vio como meneaba la cabeza.
-Mierda -murmuró, y se rió.
Tabitha había empezado a jadear y tenía la sensación de que el techo no tardaría en caer sobre su cabeza. Metió la mano en su bolsa de viaje y hurgó en ella para ver si tenía una linterna. Saskia y Mogul estaban inmóviles a su espalda estrechamente abrazados el uno al otro mientras hablaban en susurros.
Tabitha no consiguió encontrar ninguna linterna. Miró a su alrededor, contempló lo que revelaban los haces luminosos de los faros y tragó saliva.
Estaban en una caverna enorme de techo bastante bajo sobre cuyas paredes corrían hilillos de un líquido amarillo. No podía ver el fondo del precipicio, y pensó que quizá no acabara nunca.
Tabitha casi estaba dispuesta a correr el riesgo que supondría bajar por él. Fuera cual fuese el punto de Plenty en el que se encontraban, bajar tendría que llevarles hasta los muelles, y la Alice estaba en algún lugar de los muelles.
Tal emitió un sonido muy parecido al que podría salir de un diminuto clarín victorioso y emprendió el vuelo yendo en dirección opuesta a la que habían estado siguiendo.
-Ya lo tiene -dijo Marco-. Sigan a ese hombre.
Volvió la cabeza hacia Tabitha y sonrió.
Tabitha le miró fijamente y frunció el ceño.
Tal ya estaba bastante lejos, pero sus trinos aún eran audibles. Tabitha y los demás empezaron a subir por la pendiente orientándose mediante ellos.
Treparon en silencio durante varios minutos sintiendo cómo el suelo de la caverna se desmenuzaba bajo sus pies.