El purgatorio del San Patricio (Pedro Calderón de la Barca) Libros Clásicos

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la lengua, en nombre de Dios
les mandé que se volvieran
a su centro y, recogidas, 260
dejaron la arena seca.
¡Oh, gran Dios! ¡Quién no te alaba!
¡Quién no te adora y confiesa!
Prodigios puedo deciros
mayores, mas la modestia 265
ata la lengua, enmudece
la voz y los labios sella.
Crecí, en fin, más inclinado
que a las armas a las ciencias;
y sobre todas me di 270
al estudio de las letras
divinas y a la lección
de los santos, cuya escuela,
celo, piedad, religión,
fe y caridad nos enseña. 275
En este estudio ocupado,
salí un día a la ribera
del mar con otros amigos
estudiantes, cuando a ella
llegó un bajel, y arrojando 280
de sus entrañas a tierra
hombres armados, cosarios
que aquestos mares infestan,
nos cautivaron a todos;
y por no perder la presa, 285
se hicieron al mar, y dieron
al libre viento las velas.
General deste bajel
Filipo de Roqui era,
en cuyo pecho se hallara, 290
a perderse, la soberbia.
Este, pues, algunos días
tierras y mares molesta
de toda Irlanda, robando
las vidas y las haciendas. 295
Sólo a mí me reservó;
porque me dijo que, en muestra
de rendimiento, me había
de traer a tu presencia
para esclavo tuyo. ¡Oh, cuánto, 300
ignorante, el hombre yerra,
que, sin consultar a Dios,
intentos suyos asienta!
Dígalo en el mar Filipo,
pues hoy, a vista de tierra, 305
estando sereno el cielo,
manso el aire, el agua quieta,
vio en un punto, en un instante,
sus presunciones deshechas,
pues en sus cóncavos senos 310
brama el viento, el mar se queja,
montes sobre montes fueron
las ondas, cuya eminencia
moja el sol, porque pretende
apagar sus luces bellas. 315
El fanal junto a los cielos
pareció errado cometa,
o exhalación abortada,
o desencajada estrella.
Otra vez, en lo profundo 320
del mar tocó las arenas,

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