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Él su rigor aplaque.
Polonia. Y El con vitoria de ese horror te saque. Vanse.
[CUADRO III]
Salen dos Canónigos Reglares.
Can. 1º. Las ondas de la laguna
se mueven sin el veloz 2640
viento; sin duda a la isla
llegan peregrinos hoy.
Can. 2º. Vamos a la orilla a ver
quiénes tan osados son,
que se atreven a tocar 2645
nuestra obscura habitación.
Sale Ludovico.
Ludovico. Ya el barco fie a las ondas,
diré, el ataúd, mejor.
¿Quién navegó en sus sepulcros,
nieve y fuego, sino yo? 2650
¡Qué ameno sitio que es éste!
Aquí pienso que llamó
a cortes la primavera
la noble y plebeya flor.
¡Qué triste monte es aquél! 2655
Tan disformes son los dos,
que les hace más amigos
la contraria oposición.
Allí cantan tristes aves
quejas que causan temor, 2660
aquí pájaros alegres
enamoran con su voz.
Allí bajan los arroyos
despeñados con horror,
y aquí mansamente corren 2665
dándole espejos al sol.
En medio desta fealdad
y esta hermosura, sacó
la frente un grave edificio:
miedo me causa y amor. 2670 Mostrando pena y contento,
en este lugar estoy.
Can. 1º. Venturoso caminante
que te has atrevido hoy
a llegar a estos umbrales, 2675
mil parabienes te doy.
Llega a mis brazos.
Ludovico. Al suelo
que pisas será mejor,
y llévame, por piedad,
agora a ver al prior 2680
que este convento gobierna.
Can. 1º. Aunque indigno, yo lo soy.
Habla, prosigue, ¿qué dudas?
Ludovico. Padre, si dijera yo
quién soy, temiera que, oyendo 2685
de mí, le diera temor
mi nombre, porque mis obras
tan abominables son
que por no verlas se cubre
de luto ese resplandor. 2690
Soy un abismo de culpas
y un piélago de furor;
soy un mapa de delitos,
y el más grave pecador
del mundo; y para decillo 2695
todo en sola una razón
-aquí me falta el aliento-,