Las manos blancas no ofenden (Pedro Calderón de la Barca) Libros Clásicos

Página 23 de 80

de tela la tienda es,
con cuyo verde color
se corresponden después
gallardetes y casacas,
todo haciendo, al parecer,
un verde islote, si ya
no un escollo, como el que
hurta un poco sitio al mar,
y mucho agradable en él.
Pero aunque mi prevención
atenta a tu gusto esté,
con la música en el aire
y el agua con la red,
te suplico que no admitas
hoy el festejo, porqué
colérico el Po ha salido
de sus límites. No sé
si ha sido envidia del mar
que, llegando a conocer
que por huésped te esperaba,
se ha incorporado con él,
con cuya avenida es tal
de su furor el desdén
que, abrigándose a la orilla,
al más lejano bajel,
si no le da el temor alas,
de pluma calza los pies.
SERAFINA: La prevención agradezco,
Carlos, y el aviso; y pues
se ve el Po tan esplayado,
que lo que era campo ayer
hoy es golfo, y en su margen
sólo descollarse ven
cuatro o seis desnudos hombros
de dos escollos o tres,
y que vuestra prevención
no deja lograrse, haced
que la góndola en la arena
varada aguarde, hasta que
de la cólera del Po
templada la saña esté.
CARLOS: Así templara su saña...
SERAFINA: Basta; no me digas quién.
CARLOS: ¿Qué importa que yo lo calle,
si la que lo ha de saber
lo sabe ya?
SERAFINA: Y aun por eso
es justo el callarlo; pues,
para no saber, oír
retórica ociosa es. --

A CLORI y NISE


Venid conmigo las dos
por esta orilla.
CARLOS: Ya, pues
que me obliguéis a callar,
no me obliguéis a no ver;
y permitidme que siga
el divino rosicler,
mudo girasol de amor.

Salen FEDERICO y PATACÓN


FEDERICO: No pases de aquí.
PATACÓN: ¿Por qué?

Página 23 de 80
 

Paginas:
Grupo de Paginas:       

Compartir:



Diccionario: