Las tres justicias en una (Pedro Calderón de la Barca) Libros Clásicos

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te des a prisión.
LOPE HIJO: ¿Yo?
MENDO: Sí.
LOPE HIJO: Eso es muy dificultoso.
MENDO: Yo te ofrezco...
LOPE HIJO: Yo lo creo,
señor, pero no lo otorgo;
que no he de darme a partido
al temor.
MENDO: ¡Bárbaro, loco!
¿Qué intentas?
LOPE HIJO: Morir matando.
Pero en vano lo propongo;
que contra ti no es posible
que yo me muestre animoso;
porque tiemblo si te miro,
me estremezco si te oigo,
en mis lágrimas me anego,
en mis suspiros me ahogo;
el cielo y la tierra, cuando
contra ti la espada tomo,
se me obscurecen y faltan.
MENDO: Aquése es efecto propio
de la justicia, en quien Dios
puso el temor y el asombro
del delincuente.
LOPE HIJO: No es eso;
pues aunque me reconozco
delincuente, bien pudiera,
como herido can rabioso,
a cuantos vienen contigo
despedazar; mas tú solo
me pones miedo y respeto;
y así a tus plantas me postro.
Esta espada, rayo ardiente,
que desde la punta al pomo
sangrienta se vio en mi mano,
rendida a tus pies arrojo,
al mismo tiempo--¡ay de mí!--
que en ellos la boca pongo.
MENDO: Levanta, Lope; que el cielo
sabe bien que en tan penoso
trance, delincuente tú
y yo juez, tuviera a logro
trocar la suerte contigo;
pues me viera más dichoso,
tu peligro padeciendo,
que padeciendo mi asombro.
Pero no temas porqué
me muestre aquí riguroso
contigo, que importa hacerme
de parte de los enojos
del rey.
LOPE HIJO: Pues ¿el rey qué sabe
de mí ya?
MENDO: Tu padre propio
de ti le pidió justicia.
LOPE HIJO: A buscar mi espada torno.
MENDO: No la hallarás; que ya está
en mi mano.
LOPE HIJO: ¡Oh rigurosos
cielos! Que, al mirarla en ella,
tiemblo y me estremezco todo,
como cuando vi un cuchillo.
¿Qué miedo es el que te cobro?

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