Nadie fíe su secreto (Pedro Calderón de la Barca) Libros Clásicos

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lo he querido; y si es tu amigo,
honrarte no es ofenderle.
Juntos nos hemos crïado,
fiándonos de una suerte
en las penas los disgustos,
en las glorias los placeres.
Hícele mi secretario,
dile mi pecho, fïéle
el alma misma, por ser
discreto, sabio y prudente.
De unos días a esta parte
no sé qué trata o qué tiene;
que ni a mi servicio acude,
ni despacha mis papeles.
Mil veces en mi presencia,
si le hablo, se divierte,
sin propósito responde
y, hablándome, se suspende.
Y ya que tratamos de esto,
su mayor amigo eres;
de mi parte y de la tuya
procura saber qué tiene.
Dile que de mis estados
disponga, pues solo puede,
como absoluto señor,
dar preceptos, poner leyes;
y dile al fin lo que el alma
verle tan ajeno teme;
porque, sabiendo la causa,
o la sienta o la remedie.
ARIAS: No en vano te llama el mundo
Alejandro dignamente,
pues a quien el nombre igualas
las alabanzas excedes.

Sale LÁZARO


LÁZARO: (A César traigo un papel, Aparte
y no le hallo; claras pruebas
de mi desdicha crüel;
que a traerle malas nuevas,
luego encontrara con él.
Hoy que esperé galardón,
no le he de hallar, cosa clara;
mas cuando las nuevas son
albricias de mala cara,
presagios de un mojicón,
luego al instante le hallo.
Pues, ¡por Dios que he de buscallo,
aunque entre...!)
ALEJANDRO: ¿Quién está allí?
LÁZARO: (El príncipe me vio. Aquí Aparte
escondo el papel y callo.)
ALEJANDRO: ¿Quién dices que es?
ARIAS: Un crïado
de César que acaso ha entrado
hasta aquí y, como te vio,
luego, señor, se volvió.
ALEJANDRO: Llámale, porque he pensado
que éste me declare aquí
de su señor la tristeza.
ARIAS: Dices bien. ¡Lázaro!
LÁZARO: ¿A mí?
ARIAS: A ti te llama su Alteza.

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