Página 43 de 54
aunque, para consolarme,
la muerte quiere matarme,
y parece que no acierta.
Mal mis desdichas concierta.
Díjome Félix que amaba
a Nísida, y que aspiraba,
Elvira, a casar con ella,
y que yo a Nísida bella
dijese que la adoraba.
Si él de veras la quisiera,
a pesar de sus enojos,
con el alma y con los ojos
su sentimiento dijera;
no esperara que yo fuera;
pero más desentendida,
con respuesta agradecida,
quizá le despertaré
una verdadera fe
de una voluntad fingida.
Sale don FÉLIX
FÉLIX: Si hace Amor que una alegría
dos pechos distintos mueva,
¡plegue a Dios que sea tu nueva,
hermana, como la mía!
En albricias te traía
lo que ya decirte quiero,
porque así obligarte espero;
que no fuera trato justo
que negaras tú mi gusto,
sabiendo el tuyo primero.
Hermana, casada estás;
deseoso de tu bien,
por mujer te pide quien
te estima y te quiere más.
Mira qué albricias me das
de tu estado y de tu aumento.
Vuélveme a dar tu contento.
Hablan aparte doña ANA y ELVIRA
ANA: Elvira, sin duda ha sido
César el que me ha pedido.
¡Qué dichoso casamiento!
Vase ELVIRA
Que he de obedecerte es llano;
y así no dudes que aquí
puedes disponer de mí
como padre y como hermano.
Si tanto en servirte gano,
oye lo que me pasó.
A Nísida dije yo
los suspiros que te cuesta,
y fue la mejor respuesta...
FÉLIX: ¿Qué?
ANA: ...que no me respondió.
Si a quien se llega a decir
tu pasión la voz esconde,
es señal, pues no responde,
que le queda más que oír.
Vuelve de nuevo a sentir;
Tarde o nunca se libró
mujer que una vez oyó.
Prosigue, Félix; que bien
responde callando quien
oyendo no respondió.