La dama y el duende (Pedro Calderón de la Barca) Libros Clásicos

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Vamos, que tengo de ver
la alacena, y si pasar
puedo al cuarto, he de cuidar,
sin que él lo llegue a entender,
desde aquí de su regalo.
ISABEL: Notable cuento será
[si se da] cuenta.
ÁNGELA: No hará;
que hombre que su esfuerzo igualo
a su gala y discreción,
puesto que de todo ha hecho
noble experiencia en mi pecho,
en la primera ocasión,
de valiente en lo restado,
de galán en lo lucido,
en el modo de entendido,
no me ha de causar cuidado
que diga suceso igual,
que fuera notable mengua
que echara una mala lengua
tan buenas partes a mal.

Vanse. Salen don JUAN, don MANUEL, y un criado con
luz


JUAN: ¡Acostaos, por mi vida!
MANUEL: Es tan poca la herida
que antes, don Juan, sospecho
que parece melindre el haber hecho
casi ninguno de ella.
JUAN: Harta ventura ha sido de mi estrella;
que no me consolara
jamás, si este contento me costara
el pesar de teneros
en mi casa indispuesto, y el de veros
herido por la mano
--si bien no ha sido culpa--de mi hermano.
MANUEL: Él es buen caballero
y me tiene envidioso de su acero,
de su estilo admirado,
y he de ser muy su amigo y su crïado.

Sale don LUIS, y un criado con un azafate cubierto,
y en él un aderezo de espada


LUIS: Yo, señor, lo soy vuestro
como en la pena que recibo muestro,
ofreciéndoos mi vida;
y porque el instrumento de la herida
en mi poder no quede,
pues ya agradarme ni servirme puede,
bien como aquel crïado
que a su señor algún disgusto ha dado,
hoy de mí le despido.
Ésta es, señor, la espada que os ha herido.

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