La dama y el duende (Pedro Calderón de la Barca) Libros Clásicos

Página 47 de 62

os viene a hacer sospechoso
el mismo encarecimiento.
No soy alba, pues la risa
me falta en contento tanto,
ni aurora, pues que mi llanto
de mi dolor nos avisa.
No soy sol, pues no divisa
mi luz la verdad que adoro,
y así lo que soy ignoro;
que sólo sé que no soy
alba, aurora o sol, pues hoy
ni alumbro, río, ni lloro.
Y así os ruego que digáis,
señor don Manuel, de mí
que una mujer soy, y fui
a quien vos sólo obligáis
al extremo que miráis.
MANUEL: Muy poco debe de ser
pues, aunque me llego a ver
aquí, os pudiera argüir
que tengo más que sentir,
señora, que agradecer.
Y así me doy por sentido.
ÁNGELA: ¿Vos de mí sentido?
MANUEL: Sí,
pues que no fiáis de mí
quién sois.
ÁNGELA: Solamente os pido
que eso no mandéis, que ha sido
imposible de contar.
Si queréis venirme a hablar,
con condición ha de ser
que no lo habéis de saber
ni lo habéis de preguntar;
porque para con vos hoy
una enigma a ser me ofrezco;
que ni soy lo que parezco
ni parezco lo que soy.
Mientras encubierta estoy
podréis verme y podré veros;
porque si a satisfaceros
llegáis y quién soy sabéis,
vos quererme no querréis
aunque yo quiera quereros.
Pincel, que lo muerto informa,
tal vez un cuadro previene
que una forma a una luz tiene
y a otra luz tiene otra forma.
Amor, que es pintor, conforma
dos luces que en mí tenéis.
Si hoy aquesta luz me veis
y por eso me estimáis
cuando a otra luz me veáis,
quizá me aborreceréis.
Lo que deciros me importa
es en cuanto haber creído
que de don Luis dama he sido,

Página 47 de 62
 

Paginas:
Grupo de Paginas:       

Compartir:



Diccionario: