Página 25 de 53
al uno, eso habrá de ser,
ya que yo estoy convencido.
Don Alonso tiene mucho
hoy que perder; y así digo
que Manuel vaya conmigo.
ALONSO: ¿De vos tal palabra escucho?
¿A la vida anteponéis
ningún interés humano?
--¡Discurso inconstante y vano!--
Mas ya que así me ofendéis,
yo me he de vengar así.
Para el camino llevad
estas joyas y tomad
esta poquedad de mí;
que he de buscar a los dos,
quizá en ocasión tan fuerte
que libre a alguno de muerte.
LUIS: Dadme los brazos, y adiós;
que me importa dar castigo
a una hermana y un traidor,
y voy a sacar mi honor
del pecho de mi enemigo.
Las joyas tomo, por ser
de un amigo verdadero,
y de volverlas prefiero.
ALONSO: Es agravio.
LUIS: Esto ha de ser.
Vanse. Salen CASILDA e ISABEL
CASILDA: Oye y sabrás lo que pasa.
A Salvatierra ha venido
doña Leonor de Alvarado.
ISABEL: ¿Con qué intento?
CASILDA: Yo imagino
que la sangre de su hermano,
líquido imán, la ha traído
en venganza de su muerte,
y hoy con ella hablar he visto
a Juan Bautista.
ISABEL: Pues de eso,
Casilda, ¿qué has inferido?
CASILDA: Oye adelante. Confusa
de verle así a un conocido,
que es criado de Leonor,
le pregunté qué había sido
la causa porque Leonor
le admitió? Y éste me dijo
que en la información que hacía
el pesquisidor que vino
de la corte a averiguar
las muertes y los delitos
de don Alonso y tu hermano,
no había más de aquel dicho
que condenase a los dos.
Y agradecida, le hizo
tal honra; que sólo medran
ya en el mundo los testigos
que dicen lo que pretenden
las partes.
ISABEL: Mi muerte ha sido,
Casilda, tu voz. No digas
dichos y hechos tan indignos