Luis Pérez el gallego (Pedro Calderón de la Barca) Libros Clásicos

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no se ha de dejar perder
por un agravio que haga,
pues de la suerte que veis
el agravio que me hicisteis
tengo de satisfacer.
A morir llego con vos;
aquí, amigo, me tenéis.
¿Qué queréis hacer de mí?
LUIS: Dadme mil veces los pies.
ALONSO: Dadme vos cuenta de vos.
LUIS: En este monte Manuel
y yo vivimos, vendiendo
las vidas al interés
de más vidas.
ALONSO: Ya he venido
yo, y esto, Luis, ha de ser
de otra suerte. Aquesa aldea,
que está de ese monte al pie,
es mía. Si yo entro en ella
en el traje que me veis,
en la casa de un vasallo,
de quien fïarme podré,
viviremos más seguros,
hasta que determinéis
el negocio a que venís
y qué es lo que habéis de hacer.
Esperadme en este puesto;
dispondrélo, y volveré
a avisaros; y, en efecto,
para el mal y para el bien
hemos de correr desde hoy
una fortuna los tres.

Vase


LUIS: ¡Qué amigo!
MANUEL: Por esta parte
viene un confuso tropel
de gente.

Ruido dentro


LUIS: Estos muchos son.
Apelemos a los pies
y a la aspereza del monte.
MANUEL: Si pretendemos correr,
las ramas, lenguas del bosque,
dirán que anda gente en él.
¿Qué haremos?
LUIS: Aquestas peñas
sean rústico cancel
que nuestras personas guarden;
pues aquí estaremos bien,
entre estas peñas echados.
MANUEL: Ya será fuerza tener
ése por mejor remedio,
pues no hay otro que escoger,
que llegan cerca.
LUIS: Montañas,
sepulcro de un vivo sed.
Diráse de mí que voy
al sepulcro por mi pie.

Échanse LUIS Pérez y MANUEL en el
suelo, quedando encubiertos con algunas ramas. Salen doña
LEONOR, JUAN Bautista y criados


JUAN: Aquí, señora, entre las varias flores,
defendida de pálidos doseles

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