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y quiérole consultar
con vos.
DON LOPE. ¿Y es?
DON JUAN. Jugando un día
dos hidalgos, se ofreció
una duda, en caso tal
forzosa, sobre la cual
uno a otro desmintió.
Con las voces, no lo oyó
entonces el desmentido;
un amigo lo ha sabido,
y que se murmura dél;
y por serlo tan fiel,
esta duda se ha ofrecido:
¿si éste tendrá obligación
de decirlo claramente
al otro, que está inocente;
o si dejar es razón
que padezca su opinión,
pues él no basta a vengalle?
Si lo calla es agravialle,
y si lo dice es error
de amigo. ¿Cuál es mejor,
que lo diga, o que lo calle?
DON LOPE. Dejadme pensar un poco.
(Ap. Honor, mucho te adelantas;
que una duda sobre tantas
bastará a volverme loco.
En otro sujeto toco
lo que ha pasado por mí.
Don Juan pregunta por sí:
luego alguna cosa vio.
¿Haré que la diga?, no;
pero que la calle, sí.)
Don Juan, yo he considerado,
si es que mi voto he de dar,
que no puede un hombre estar
ignorante y agraviado.
Aquel que ha disimulado
su ofensa por no vengalla,
es quien culpado se halla;
porque en un caso tan grave,
no yerra el que no lo sabe,
sino el que lo sabe y calla.
Y yo de mí sé decir
que si un amigo cual vos
(siendo quien somos los dos)
tal me llegara a decir,
tal pudiera presumir
de mí, tal imaginara,
que el primero en quien vengara
mi desdicha, fuera en él;
porque es cosa muy cruel