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el que de sí mismo huye.
DON LUIS. (Dentro.) ¡Válgame el cielo!
DOÑA LEONOR. ¿Qué voz
tan lastimosa discurre
el viento?
DON JUAN. En tierra no hay nadie.
DOÑA LEONOR. En las ondas se descubre
del mar un bulto, que ya
siendo trémulas las luces
del día, no se determina
quién es.
DON JUAN. Osado presume
escaparse; pues parece
que hacia nosotros le induce
piedad del cielo. Lleguemos
donde valientes le ayuden
nuestros brazos. (Vase.)
Escena XV
DONLOPE. -DICHOS.
DON LOPE. (Dentro.) ¡Ay de mí!
DON JUAN. (Dentro.) ¡Llega!
DON LOPE. (Dentro.) ¡Oh, tierra, patria dulce
del hombre!
(Vuelve Don Juan y con él sale Don Lope, mojado y con una daga en la
mano.)
DON JUAN. ¡Qué es lo que veo!
¡Don Lope!
DOÑA LEONOR. ¡Esposo!
DONLOPE. No pude
hallar puerto más piadoso,
que el que en tal favor acude
a mi fatiga. ¡Oh Leonor!
¡Oh mi bien!, no es bien que dude
que el cielo me ha prevenido
con sus favores comunes
tan grande dicha, en descuento
de tan grande pesadumbre.
¡Amigo!
DON JUAN. ¿Qué ha sido esto?
DON LOPE. La mayor lástima incluye
aquesta ventura mía,
que vio el mundo,
DOÑA LEONOR. Como ayude
el cielo mis esperanzas,
y vivo estéis, no hay quien culpe
a la fortuna, aunque usase
de su trágica costumbre.
DON LOPE. Hablé al rey, busquéos a vos,
y como hallaros no pude,
fleté un barco. Estando ya
para hacer que el agua surque.
a mí un galán caballero,
cuyo nombre apenas supe,
(que pienso que era un don Luis
de Benavides) acude
diciéndome que por ser
forastero, a quien se suple
un cortés atrevimiento,
me ruega que no le culpe
el pedirme que en el barco
le traiga; que es bien procure
ver en la quinta del rey
la gente cuando se junte.
Obligóme a que le diese