Página 2 de 58
que hacer elección de una;
como eres (en el abismo
de amor jugando a dos manos,
potente rey de romanos)
mal vencedor de ti mismo,
de mí te ríes, que estoy
de veras enamorado.
ALONSO: Pues yo no quiero crïado
tan afectüoso. Hoy
de casa te has de ir.
MOSCATEL: Advierte...
ALONSO: No hay para qué advertir.
MOSCATEL: Mira...
ALONSO: ¿Qué querrás decir?
MOSCATEL: Que se ha trocado la suerte
al paso, pues siempre dio
el teatro enamorado
el amo, libre el crïado.
No tengo la culpa yo
de esta mudanza, y así
deja que hoy el mundo vea
esta novedad, y sea
yo el galán, tú el libre.
ALONSO: Aquí
hoy no has de quedar.
MOSCATEL: ¿Tan presto,
que aun de buscar no me das
otro amo tiempo?
ALONSO: No hay más
de irte al instante.
Sale don JUAN
JUAN: ¿Que es esto?
MOSCATEL: Es pagarme mi señor
el tiempo que le he servido
con haberme despedido.
JUAN: ¿Con Moscatel tal rigor?
ALONSO: Es un pícaro, y ha hecho
la mayor bellaquería,
bajeza y alevosía
que cupo en humano pecho,
la más enorme traición
que haber pudo imaginado.
JUAN: ¿Qué ha sido?
ALONSO: ¡Hase enamorado!
Mirad si tengo razón
de darle tan bajo nombre,
pues no hace alevosía,
traición ni bellaquería,
como enamorarse un hombre.
JUAN: Antes pienso que por eso
le debierais estimar,
que diz que es dicha alcanzar,
y yo por tal lo confieso.
¿Crïados enamorados?
Un hombre que se servía
de dos mozos, y los veía
necios y desaliñados,
nada en su enmienda buscaba
como es decirlos a ratos:
"¡Enamoraos, mentecatos!"
que estándolo, imaginaba
que cuerdos fuesen después,
y aliñados; y, en efecto,
¿qué acción, qué pasión, qué
afecto,
decid, si no es amor, es
el que al hombre da valor,
el que le hace liberal,