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Ella, en cambio, aunque afectuosa y fiel, no revelaba un cariño tan avasallador. Pero los dos eran considerados en el regimiento como el mejor modelo de una pareja de mediana edad. No había absolutamente nada en sus relaciones mutuas que anunciara a la gente la tragedia que iba a producirse más tarde.
Al parecer, el coronel Barclay presentaba algunos rasgos singulares en su carácter. En su talante usual, era un viejo soldado animoso y jovial, pero había ocasiones en que daba la impresión de ser capaz de mostrarse considerablemente violento y vengativo. Sin embargo, por lo que parece, este aspecto de su naturaleza jamás se había vuelto contra su esposa. Otro hecho que había llamado la atención del mayor Murphy, así como de tres de los otros cinco oficiales con los que hablé, era el singular tipo de depresión que a veces le acometía. Tal como lo expresó el mayor, a menudo la sonrisa se borraba de sus labios, como si lo hiciera una mano invisible, cuando se estaba sumando a las bromas y el regocijo en la mesa de los oficiales. Durante varios días, cuando este humor se apoderaba de él, permanecía sumido en el más profundo abatimiento. Esto y un cierto toque de superstición eran los únicos rasgos inusuales que, en su manera de ser, habían observado sus hermanos de armas. Esta última peculiaridad asumía la forma de una repugnancia respecto a quedarse solo, especialmente después de oscurecido y este detalle pueril en una personalidad tan conspicuamente varonil había suscitado comentarios y conjeturas.
El primer batallón de los Royal Mallows, el antiguo 117, lleva varios años estacionado en Aldershot. Los oficiales casados viven fuera de los cuarteles y durante todo este tiempo, el coronel había ocupado una villa llamada Lachine, a cosa de media milla del Campamento Norte. La casa se alza en terreno propio, pero su ala oeste no se halla a más de treinta yardas de la carretera principal. Un lacayo y dos camareras constituyen la servidumbre. Ellos, junto con sus señores, eran los únicos ocupantes de Lachine, ya que los Barclay no tenían hijos y no era usual en ellos tener visitantes instalados. Pasemos ahora a lo sucedido en Lachine entre las nueve y las diez del pasado lunes.
Al parecer, la señora Barclay pertenecía a la iglesia católica romana y se había interesado vivamente por la creación del Gremio de San Jorge, formado en conexión con la capilla de Watt Street, con la finalidad de suministrar ropas usadas a los pobres.