El Jorobado (Arthur Conan Doyle) Libros Clásicos

Página 13 de 18

Esto fue lo que pudo explicarme la mujer, así como también que era muy extraño que el hombre viviera teniendo en cuenta lo muy retorcido que estaba, que hablaba a veces en una lengua extraña y que en las dos últimas noches le había oído gemir y llorar en su habitación. Era buen pagador, pero en lo que le entregó le dio lo que parecía ser un florín falso. Me lo enseñó, Watson y era una rupia india.
Y ahora, mi querido amigo, ya ve usted exactamente dónde nos encontramos y por qué quiero tenerle a mi lado. Está perfectamente claro que, cuando las damas se alejaron de ese hombre, él las siguió a distancia, que presenció a través de la ventana la disputa entre marido y mujer, que irrumpió en la habitación y que el animalillo que llevaba en la caja quedó en libertad. Todo esto ofrece la mayor certeza. Pero él es la única persona de este mundo que puede decirnos exactamente lo que sucedió en aquella habitación.
-¿Y tiene la intención de preguntárselo a él?
-Desde luego... pero en presencia de un testigo.
-¿Y yo soy el testigo?
-Si tiene esa bondad. Si él puede explicar lo sucedido, pues muy bien. Y si se niega, no tendremos más alternativa que la de pedir un mandamiento.
-¿Y cómo sabe que él estará allí cuando nosotros lleguemos?
-Tenga la seguridad de que he tomado algunas precauciones. He puesto a vigilarle a uno de mis chicos de Baker Street, que se agarraría a él como una lapa fuera adonde fuera.
Mañana lo encontraremos en Hudson Street, Watson, y entretanto yo sí que sería un criminal si le mantuviera alejado de la cama por más tiempo.
Era mediodía cuando nos encontramos en la escena de la tragedia y, bajo la orientación de mi compañero, nos dirigimos sin pérdida de tiempo a Hudson Street. A pesar de su capacidad para contener sus emociones, pude ver fácilmente que Holmes se encontraba en un estado de excitación contenida, mientras a mi me cosquilleaba aquella sensación placentera, mitad deportiva mitad intelectual, que experimentaba invariablemente cuando me unía a él en sus investigaciones.
-Esta es la calle -dijo al enfilar un corto pasaje flanqueado por sencillas casas de dos plantas y obra vista-. Ah, ahí está Simpson, que viene a dar el parte.
-Está en casa, señor Holmes -exclamó un rapaz con aspecto de pillete, corriendo hacia nosotros.

Página 13 de 18
 

Paginas:


Compartir:




Diccionario: