Página 15 de 19
No parece bien que me detenga en hablar demasiado de un hombre ya difunto, tanto más cuanto se trata de mi único hermano; pero quienes le conocieron pueden dar informes acerca de su carácter. Yo me limitaré a decir, porque no tengo más remedio que decirlo, que durante mi primera juventud llegué a concebir horror hacia mi hermano y que ese aborrecimiento que le tomé estaba bien fundado. Mi buen nombre sufrió las consecuencias de la conducta de mi hermano, porque nuestro gran parecido hizo que se me atribuyesen muchos de sus actos. Ocurrió de pronto que, en un asunto sumamente deshonroso, trató mi hermano de arrojar sobre mi todo el odio que se despertó con dicho motivo, y yo entonces no tuve más remedio que abandonar para siempre la Argentina y tratar de abrirme camino en Europa. Verme libre de su odiosa presencia me compensó con creces de mi destierro voluntario de la patria. Disponía de dinero suficiente para costearme los estudios de medicina en Glasgow y, por último, abrí mi consultorio en Bishop’s Crossing, firmemente convencido de que jamás volvería a oír hablar de mi hermano en este lejano villorrio de Lancashire. Mis esperanzas se cumplieron durante año, pero al fin mi hermano averiguó donde estaba yo. Algún viajero de Liverpool, que se encontraba en Argentina, le puso sobre mi pista. Mi hermano estaba sin blanca y resolvió trasladarse a Inglaterra para obligarme repartir con él mi dinero. Sabiendo el aborrecimiento que me inspiraba, juzgó, y estuvo en lo cierto, que yo le daría dinero a condición de que se marchase. Recibí carta suya anunciándome que llegaba. Aquello coincidía con una crisis en mi vida y su llegada podría verosímilmente acarrear disgustos, e incluso la vergüenza, sobre una persona a la que ya estaba obligado a poner a salvo de cualquier tentativa de esa clase. Tomé ciertas medidas para estar segura de que cualquier daño que se produjese me alcanzaría únicamente a mí y eso fue lo que me obligó a actuar en la forma que tan duramente ha sido juzgada -y al decir esto, se volvió hacia el acusado-. Yo no tuve otro propósito que el de poner a cubierto de todo posible escándalo o deshonor a las personas que me eran queridas. Decir que la presencia de mi hermano acarrearía el escándalo y el deshonor no era sino afirmar que ocurriría lo que ya había ocurrido.