Los planos de Bruce-Partington (Arthur Conan Doyle) Libros Clásicos

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-Cuantas pesquisas se llevan a cabo en este asunto nos ponen al descubierto algo inexplicable. Vamos a otra cosa: faltan todavía tres de los planos. Son, según tengo entendido, los más esenciales.

-En efecto, así es.

-¿Quiere decir esto que cualquiera que posea esos tres planos, aun sin los siete restantes, estaría en condiciones de construir el submarino Bruce-Partington?

-Yo he informado en ese sentido al Almirantazgo. Pero hoy he vuelto a repasar los planos y ya no estoy seguro. En uno de los planos devueltos están dibujadas las válvulas dobles con las guías ajustables automáticamente. Los extranjeros no podrían construir el submarino hasta que no inventen por sí mismos este dispositivo. Naturalmente podrían vencer pronto semejante dificultad.

-Pero los tres planos que faltan son los más importantes.
-Sin duda alguna.

-Si usted me lo permite, haré un recorrido por las oficinas. No creo que tenga que hacerle ninguna otra pregunta.

Holmes estudió la cerradura de la caja fuerte, la puerta de la habitación y los postigos de hierro de la ventana. Sólo cuando estuvimos en la pradera del lado de afuera de la ventana, se despertó vivamente su interés. Había allí un arbusto de laurel y varias de sus ramas parecían haber sido torcidas o quebradas. Las examinó cuidadosamente con su lente de aumento y examinó luego algunas huellas borrosas y confusas que habían dejado en el suelo. Por último, pidió al oficial primero que cerrase los postigos de hierro, y me hizo notar que no encajaban bien en el centro y que cualquiera podía ver desde fuera lo que pasaba en el interior.

-Todas estas indicaciones han sido echadas a perder por el retraso de tres días. Quizá no signifiquen nada, pero también pudiera darse el caso contrario. Bueno, Watson, yo no creo que Woolwich pueda dar de sí más de lo que ha dado. Parca es la recolección que aquí hemos hecho. Vamos a ver si se nos dan mejor las cosas en Londres.


Sin embargo, antes que abandonásemos la estación Woolwich agregamos una nueva gavilla a nuestra cosecha. El empleado de la taquilla pudo informarnos con absoluta seguridad de que había visto a Cadogan West -al que conocía muy bien de vista -la noche del lunes, y que se había trasladado a Londres por el tren de las ocho y quince que se dirige al Puente de Londres.

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