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Dispuse el reparto de mis propiedades antes de abandonar Inglaterra, cediéndole todo a mi hermano Mycroft. Salude en mi nombre a la señora Watson y créame, querido amigo, que nunca he dejado de serlo suyo sinceramente.
SHERLOCK HOLMES.»
Pocas palabras bastan para contar el resto. Tras el examen del lugar llevado a cabo por expertos no quedó duda de que una pelea personal entre los dos hombres determinó, como no habría podido ser de otro modo en semejante lugar y situación, en un despeñarse en el abismo abrazados el uno al otro. Todo intento de recuperación de los cuerpos era una imposibilidad, y allí, en la profundidad de aquella horrorosa caldera de aguas turbulentas, yacerán para siempre el más peligroso de los criminales y el más grande defensor de la ley de su generación. Nunca se volvió a encontrar al joven suizo y no cabe la menor duda de que era uno de los numerosos agentes que trabajaban para Moriarty. En cuanto a la banda, todavía hoy ha de estar en la memoria de las gentes cómo los hechos que Holmes había ido acumulando ponían totalmente al descubierto su organización y cómo pesaba sobre ellos la mano del hombre ahora muerto. Pocos detalles relativos a éste salieron a la luz durante el proceso, y el que ahora me haya visto obligado a hacer una exposición exacta de su carrera se debe a esos imprudentes paladines que intentan limpiar su memoria, atacando a aquél a quien siempre consideraré como el mejor y el más inteligente de los hombres que yo haya conocido7.
7 Este final recuerda el de la muerte de Sócrates en el Felón de Platón: «Tal fue el final de nuestro amigo, del que podemos decir que, entre sus contemporáneos, fue el mejor, el más inteligente y honrado de los hombres que hayamos conocido.» El propio Conan Doyle tenía una buena opinión sobre este cuento y, cuando hizo su lista de «las doce mejores historias», lo colocó en cuarto lugar.