Las Mujercitas se casan (Louisa May Alcott) Libros Clásicos

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-Sarita no es la esposa de un hombre pobre y las muchas mucamas están de acuerdo con su hermosa mansión. Meg y Juan comienzan modestamente, pero tengo la impresión de que habrá tanta o más felicidad en la casita chica como en la grande. Es un error que a las muchachas jóvenes como Meg no les quede otra cosa que hacer que vestirse, dar órdenes y chismorrear. Recién casada, yo estaba deseando que se gastase mi ropa nueva o que se rompiese, así podía remendarla porque me harté de hacer bordaditos -dijo la señora March.
-¿Por qué no ibas a la cocina y ensayabas "comistrajos", como hace Sally para divertirse, aunque nunca le salen bien y las sirvientas se ríen de ella? -apuntó Meg.
-Lo hice, después de un tiempo, pero no para ensayar "comistrajos",sino para aprender a hacer las cosas bien y que los sirvientes no tuviesen que reírse de mí. Entonces era sólo un juego, pero día llegó en que agradecía tener conocimiento para cocinar alimentos sanos para mis hijitas y hacer mi trabajo cuando ya no pude pagarme servidumbre alguna. Tú, Meg, comienzas al extremo opuesto, pero las lecciones que ahora aprendas te serán útiles más adelante cuando Juan sea más rico, pues una dueña de casa, por opulenta que sea, debe saber cómo se hace el trabajo si quiere que la sirvan bien y no le birlen el dinero.
-Sí, mamá, de eso estoy segura -dijo Meg, escuchando respetuosamente esta pequeña homilía-. ¿Saben que éste es el cuarto que más me gusta en mi casita de muñecas? -añadió Meg poco después, cuando subieron al piso alto, y echando una ojeada a su bien provisto placar de ropa blanca.
Allí estaba Beth arreglando las blanquísimas pilas con gran prolijidad en los estantes y deleitándose con el hermoso despliegue. Las tres soltaron la risa al oír a Meg, pues el placar de la ropa blanca era ya una broma clásica, pues la tía March se había valido de un truco para mandar hacer y marcar con iniciales una abundante provisión de ropa de cama y de mesa y enviarla como regalo de la tía Carrol. Pero el secreto se supo, divirtiendo mucho a la familia, pues la tía March trataba de hacerse la desentendida, insistiendo en decir que no podía regalar otra cosa que las perlas antiguas, prometidas desde tiempo atrás a la primera novia.

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