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-¿De veras me lo aconsejas? -preguntó Laurie, mirándola con una expresión Mezcla de inquietud y de regocijo. .
-Sí, pero sería mejor que esperases a terminar la universidad... Como eres ahora no la mereces a... ¡bueno, quienquiera que sea la chica recatada! -concluyó Jo, también con una expresión rara, porque casi se le había escapado cierto nombre...
-¡Eso ya lo sé, que no la merezco! -asintió Laurie con una humildad que también era nueva en él, bajando los ojos y, distraídamente, arrollándose en el dedo la borla del delantal de Jo.
"¡Dios nos ampare, esto no marcha en absoluto!", pensó Jo, agregando en voz alta:
-Anda, Laurie, canta algo; me muero por oír música, y lo que tú tocas siempre me gusta.
-Prefiero quedarme aquí, muchas gracias.
-Bueno, no puedes quedarte, no hay sitio. Ve a hacerte útil en algo, ya que eres demasiado grande para ser decorativo. Yo creía que odiabas estar "atado al delantal de una mujer" -replicó Jo, citando unas palabras rebeldes que él había dicho en cierta ocasión
-Eso depende de quien lleve puesto el delantal -contestó Laurie, dando una retorcida audacísima a la borla.
-¿Te vas, sí o no? -exigió Jo buscando el almohadón en el suelo.
El chico huyó en seguida y en cuanto estuvo a la mitad de una canción escocesa ella se escapó de la sala y no volvió hasta que el caballero se había mandado mudar enojadísimo.
Jo tardó en dormirse aquella noche, y estaba recién tomando el sueño cuando el sonido de un sollozo ahogado la hizo volar al lado de la cama da Beth con una pregunta ansiosa:
-¿Qué te pasa, querida?
-Creía que dormías -sollozaba Beth.
-¿Acaso es el mismo dolor de antes?
-No, es uno nuevo, pero éste lo puedo soportar -dijo Beth, tratando de contener las lágrimas.
-Cuéntame de qué se trata y verás cómo te lo curo como antes el otro.
-No puedes curarlo, Jo, no tiene remedio -y la pobrecita Beth, con la voz quebrada, se abrazó a la hermana llorando tan desesperadamente que Jo se asustó.
-¿Dónde es el dolor? ¿La llamo a mamá?
Beth no contestó a la primera pregunta, pero en la oscuridad se llevó una mano involuntariamente al corazón como si el dolor fuese ahí, mientras con la otra se asió a su hermana con fuerza, murmurando ansiosa: