Fouché (Stefan Zweig) (Stefan Zweig) Libros Clásicos

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Desde este momento, el nombre Fouché se conoce en la Convención como el de un hombre férreo, como el más intrépido, el más violento republicano de la República.
Cuando Joseph Fouché vuelve de sus misiones a la Convención, ya no es el pequeño y desconocido diputado de 1792. A un hombre que levantó diez mil reclutas, que requisó de las provincias cien mil marcos de oro, mil doscientas libras en metálico, mil barras de plata, sin utilizar ni una sola vez el "rasoir national", la guillotina, la Convención no puede negarle verdadera admiración "pour sa vigilance", por "su celo". El ultrajacobino Chaumette publica un himno a sus hazañas. "El ciudadano Fouché -escribe- ha realizado los milagros que acabo de contar. Ha honrado a la vejez, ha ayudado a los débiles, respetado la desgracia, destruido el fanatismo y aniquilado el federalismo. Ha vuelto a poner en marcha la fabricación de hierro, ha arrestado a los sospechosos, ha castigado ejemplarmente los crímenes, ha perseguido y encarcelado a los explotadores". Un año después de haberse sentado cauteloso y titubeante en los bancos de los moderados, Fouché ha pasado a ser el más radical de los radicales. Y ahora, cuando la sublevación de Lyon requiere a un hombre sin miramientos ni escrúpulos, a un hombre capaz de llevar a cabo el edicto más terrible que inventó jamás una revolución, ¿quién más indicado que Fouché? "Los servicios que has prestado hasta ahora a la revolución", decreta la Convención en su lenguaje pomposo, "son garantía de los que has de prestar aún. De ti depende volver a encender en la Ville Affranchie (Lyon) el fuego agonizante del espíritu ciudadano. ¡ Concluye la revolución, termina la guerra de los aristócratas y que caigan sobre ellos y les aniquilen las ruinas que pretende levantar aquel Poder destruido!".
Y bajo esta figura de vengador, como el "Mitrailleur de Lyon", Joseph Fouché -que será más tarde multimillonario y Duque de Otranto- entra por primera vez en la historia.
CAPÍTULO II

EL "MITRAILLEUR DE LYON" (1793)
En los anales de la revolución francesa, rara vez se abre una página tan sangrienta como la de la sublevación de Lyon y, sin embargo, en ninguna capital, ni aún en París, se ha destacado tan claramente el contraste social como en esta patria de la fabricación de la seda, primera capital de industria de una Francia aún burguesa y agraria.

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