Historia de la Conquista del Perú y de Pizarro (Henri Lebrún) Libros Clásicos

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que fuesen conocidos en Panamá los sufrimientos de todos. Para lograrlo
valiose de un medio sumamente ingenioso: escribió la reseña de las
desgracias de la expedición, expresando el vivo deseo que tanto él como
sus compañeros abrigaban de substraerse a la especie de esclavitud en que
se les retenía; e hizo con el papel que contenía sus quejas un ovillo de
hilo de algodón que envió a uno de sus amigos, so pretexto de que le
mandase hacer un par de medias. El escrito terminaba con estos versos,
citados por Gomara:
Pues, señor gobernador,
mírelo bien por entero;
que allá va el recogedor (3),
y acá queda el carnicero (4).

Llegado el escrito a su destino, fue entregado inmediatamente a Pedro
de los Ríos, que había sucedido a Pedrarias, y cuando Almagro se presentó
ante él, fue recibido con cierta frialdad y reserva. El gobernador acabó
finalmente por decirle que una expedición que ocasionaba la pérdida de
tantos hombres no podía menos [43] de ser funesta a una colonia naciente y
débil. Instado por otro lado por los amigos de los que querían abandonar a
Pizarro, el gobernador no sólo prohibió hacer nuevos alistamientos, sino
que envió un buque a la isla de Gallo para que trajese a aquél y a sus
compañeros. Descontentos Almagro y Luque de esas medidas que no habían
podido prevenir y a las cuales no osaban oponerse, hallaron medio de hacer
saber a Pizarro sus sentimientos, exhortándole a que no abandonara una
empresa en la cual tenían puestas todas sus esperanzas, y que no
destruyese el único recurso que para reponer su fortuna les quedaba. Con
la inflexible obstinación que hacía el fondo de su carácter, Pizarro no
necesitaba que se le excitase a perseverar en la ejecución de su proyecto.
Negose abiertamente a obedecer las órdenes del gobernador, y empleó toda
su habilidad y elocuencia en inducir a sus compañeros a que no le
abandonasen. Mas estaba tan reciente el recuerdo de los males sufridos, y
presentábase por otra parte de una manera tan seductora a su espíritu la
esperanza de volver a ver a sus familias y amigos después de una
separación tan larga, que no atendieron ni a los discursos ni a las

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