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de su proyecto sin el apoyo de una autoridad superior, resolvieron ir a
solicitar del soberano el permiso que no podían alcanzar de su delegado. A
este fin enviaron a España a Pizarro, que se había encargado de sus
comunes intereses [49]. Hallábase de tal suerte agotada la fortuna de los
tres socios por los gastos que llevaban hechos, que tuvieron no poca
dificultad en procurarse la suma que necesitaban para los de aquel viaje.
Según Jerez, Pizarro pidió prestados a sus amigos algo más de mil
castellanos (unos cuarenta mil reales).
No desperdició éste el tiempo: presentose ante el emperador Carlos V,
sin turbarse y con una dignidad cual no debía esperarse de él, atendidos
su nacimiento y su educación, pero que justificaban el sentimiento que
tenía de su mérito y los servicios hasta entonces prestados. El relato de
sus padecimientos, y sus descripciones pomposas del Perú, confirmadas por
los presentes que traía, hicieron una impresión tal sobre el monarca y sus
ministros, que otorgaron sin vacilar su aprobación al nuevo proyecto del
intrépido aventurero. Aprovechose de esas buenas disposiciones para
hacerse conceder todos los títulos y toda la autoridad que podía hacerle
desear la ambición más insaciable: fue nombrado gobernador, capitán
general y adelantado de todos los territorios que pudiese descubrir y
conquistar; diósele una autoridad absoluta tanto en lo militar como en lo
civil, con todos los privilegios concedidos hasta entonces a los
conquistadores del Nuevo Mundo. Su despacho llevaba la fecha del 26 de
julio de 1529. Pero mientras que Pizarro se ocupaba con tanta [50]
actividad en sus propios intereses, y obtenía para Luque el título de
obispo de los países que pudiese conquistar, descuidaba completamente los
de Almagro, cual si temiera crearse un rival peligroso haciendo conferir
funciones elevadas a un hombre capaz de desempeñarlas. Contentose pues con
hacerlo nombrar gobernador del fuerte que debía levantarse en Túmbez;
siendo este insignificante favor lo único que obtuvo el fiel asociado de
Pizarro, quien merecía indudablemente mucho más, así por la capacidad de
que tenía dadas hartas pruebas, como por los trabajos y sacrificios con
que había tan eficazmente concurrido al nuevo descubrimiento.
Pizarro se encontraba independiente del gobernador de Panamá, y su
propia jurisdicción se extendía a doscientas leguas de la costa al sur del