Historia de la Conquista del Perú y de Pizarro (Henri Lebrún) Libros Clásicos

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Correspondía tan poco lo que padecían
a las descripciones seductoras que les hiciera Pizarro del país a donde
los conducía, que muchos de sus compañeros comenzaron a hacerle cargos, y
que sus [54] soldados hubieran perdido toda confianza en él, si hasta en
aquella parte estéril del Perú, no hubiesen encontrado algunas huellas de
riquezas y de cultura, que parecían justificar los relatos de su jefe. Por
otra parte Pizarro persistía con tesón en su empresa, y a los acentos de
las quejas oponía palabras de gloria y de esperanza. Por fin el 14 de
abril llegó a la provincia de Coaco, y habiendo los españoles sorprendido
a los habitantes de su principal población, encontraron en ella vasos y
adornos de oro y plata por valor de más de treinta mil pesos, con otras
riquezas que desvanecieron todas sus dudas y reanimaron el valor hasta de
los más descontentos, dispertando sus ambiciosas esperanzas.
Transportado de gozo Pizarro a la vista de aquellos ricos despojos,
que consideraba como los primeros dones de una tierra inagotable en
tesoros, envió inmediatamente una nave a Almagro con una gran parte del
botín. Al propio tiempo hizo partir para Nicaragua otro buque con sumas
considerables, destinadas a personas influyentes de aquella colonia:
medida que tomó, según Zárate, para dar una alta idea de la riqueza del
país, y con la esperanza de dispertar en un gran número de aventureros el
deseo de ir a reunírsele.
Púsose en seguida nuevamente en marcha; pero faltábale ese carácter
conciliador que tanto había secundado los planes del animoso y [55]
prudente conquistador de México. Pizarro igual a este caudillo en todas
las cualidades que constituyen el hombre de guerra, carecía completamente
de esa política hábil y profunda que había formado uno de los principales
rasgos de la conducta de Cortés, y desdeñándose de emplear otros medios
que la fuerza, atacaba abiertamente a los naturales y les obligaba a
someterse o a refugiarse en las regiones del interior.
Pizarro avanzó sin oposición hasta la isla de Puna en la bahía de
Guayaquil; pero los habitantes de dicha isla, más aguerridos y animosos
que los del continente, le opusieron una viva resistencia que duró cerca
de seis meses. Cuando por fin fueron sometidos, Pizarro se trasladó a

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