Historia de la Conquista del Perú y de Pizarro (Henri Lebrún) Libros Clásicos

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los peruanos a no respetar los privilegios de los hijos del sol.
Los partidarios de aquel inca conservaban sin embargo una grande
veneración a su difunto monarca, y en cuanto Pizarro salió de Caxamalca
desenterraron su cuerpo para trasladarlo a Quito. El gobernador de la
ciudad, llamado Ruminiani, tan notable por su ambición como por sus
talentos y su valor, apenas supiera la muerte de su soberano, resolvió
hacerse independiente. La traslación de los despojos mortales de Atahualpa
a Quito sirvió a sus proyectos. Bajo pretexto de celebrar los funerales de
su señor con la [79] pompa y solemnidad dignas de su rango, invitó a la
magnífica ceremonia que preparaba a todos los parientes del inca y a los
jefes que le habían sido adictos, de suerte que se encontraron reunidos en
Quito todos los personajes del imperio. Ruminiani los invitó a un
banquete, donde, según él decía, debía tratarse de las medidas que
convendría tomar para expulsar a los españoles. Hizo servir a sus
convidados una bebida embriagadora llamada sora, y cuando hubo producido
su efecto, Ruminiani cayó con sus partidarios sobre sus indefensos
convidados, y los degolló sin piedad.
Las revueltas que agitaban al país y que no podían menos de ser
provechosas a los españoles, animaron a Pizarro a marchar sobre Cuzco,
emprendiendo esta conquista con tanta mayor confianza cuanto que acababa
de recibir considerables refuerzos.
Los soldados a quienes había permitido acompañar a su hermano
Fernando, en cuanto llegaron a Panamá, hicieron ostentoso alarde ante sus
compatriotas de los tesoros que del Perú traían. Derramose en poco tiempo
la noticia de sus victorias, y en especial de sus riquezas, por todas las
colonias del mar del Sur; los aventureros de Panamá, Guatemala y Nicaragua
sintiéronse todos inflamados del deseo de ir a reunirse con Pizarro, y tal
fue el número de ellos que, después de haber dejado en San [80] Miguel una
guarnición imponente al mando de Benalcázar, el gobernador se encontró
todavía al frente de quinientos hombres. Pareciole esta hueste tan
considerable, que hasta descuidó tomar las precauciones necesarias contra
la traición y la sorpresa. Noticioso de ello Ben Quizquiz, general
peruano, reunió un ejército numeroso y convencido de que no podría
resistir a los extranjeros en batalla campal, se puso en emboscada cerca

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