En la noche de los tiempos (Howard Phillips Lovecraft) Libros Clásicos

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Y estos jeroglíficos eran asombrosa e inequívocamente análogos a los caracteres que constantemente se me aparecían en sueños, caracteres cuyo significado a veces, de manera fugaz, creía conocer o estaba a punto de recordar.
Para completar mi total confusión muchos bibliotecarios me aseguraron que, teniendo en cuenta mis anteriores indagaciones y las fechas en que había consultado los volúmenes en cuestión, era muy posible que todas estas notas hubiesen sido realizadas por mí durante mi estado de enajenación. Sin embargo, esto está en contradicción con el hecho de que yo ignoraba, y todavía ignoro, tres de aquellos idiomas.
Una vez reunidos los datos dispersos, antiguos y modernos, antropológicos y médicos, me encontré con una mezcla medianamente coherente de mitos y alucinaciones, cuya índole demencial me dejó completamente ofuscado. Sólo una cosa me consolaba: el hecho de que tales mitos existieran desde tiempos remotos. No podía siquiera imaginar qué ciencia olvidada había sido capaz de introducir tan atinadas descripciones de los paisajes paleozoicos o mesozoicos en aquellas fábulas primitivas. Pero el caso es que allí estaban, y, por lo tanto, existía una base real sobre la que cabía elaborar un modelo fijo de alucinaciones.
La amnesia creaba sin duda los rasgos generales de los mitos, pero después, los detalles fantásticos con que los propios enfermos enriquecían sus experiencias morbosas influían en las víctimas posteriormente, adoptando un extraño matiz de pseudo-recuerdo. Yo mismo, durante mis años de enajenación, había leído y oído infinidad de leyendas primitivas, como puso de manifiesto mi ulterior investigación. ¿No era natural, pues, que mis sueños sufrieran la influencia de los datos asimilados durante mi estado secundario?
Había mitos que se relacionaban con ciertas leyendas oscuras sobre la existencia de un mundo prehumano, y especialmente con las de origen hindú, que hablan de espantosos abismos de tiempo y forman parte del saber de los actuales teósofos.
El mito primordial y los modernos casos de amnesia coincidían en suponer que el género humano es tan sólo una -quizá la más insignificante- de las razas altamente evolucionadas que han gobernado los misteriosos destinos de nuestro planeta. Según esto, hubo seres de forma inconcebible que habían levantado torres hasta el cielo y ahondado en los secretos de la naturaleza, antes que el primer anfibio, remoto antepasado del hombre, saliese de las cálidas aguas de la mar, hace trescientos millones de años.
Algunos de aquellos seres habían bajado de las estrellas; otros eran tan viejos como el cosmos; otros se desarrollaron vertiginosamente de gérmenes de la tierra, tan alejados de los primeros orígenes de nuestro ciclo evolutivo, como éstos de nosotros mismos.

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