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Una vez recobrado de la breve, aunque terrorífica experiencia sufrida en el desván, que además había venido a agregarse a los sucesos de la noche anterior, decidí llegar hasta el fondo del asunto y descubrir alguna explicación verosímil para lo ocurrido en ambas ocasiones. ¿Acaso me habla hallado las dos veces en estado alucinatorio? ¿O no?
Evidentemente había que empezar la investigación por la mujer de la limpieza.
Telefoneé inmediatamente a Mr. Saltonstall, pero se limitó a confirmarme lo que ya me había dicho. El no sabía de ninguna mujer de la limpieza. No tenía conocimiento de que mi tío abuelo hubiera tenido ama de llaves o asistenta de cualquier tipo. Y, que él supiera, no existí a ninguna otra llave de la casa.
-Usted comprenderá, Mr. Duncan -terminó Mr. Saltonstall-, que su tío abuelo era un hombre retraído y solitario, reservado al máximo. Lo que quería que no se supiera, no se sabía. Pero si me permite una sugerencia, ¿por qué no investiga entre los vecinos? Yo sólo he estado una o dos veces en la casa, pero ellos la han tenido durante años en observación. No hay muchas cosas que los vecinos no puedan descubrir.
Le di las gracias y colgué.
Pero abordar a los vecinos equivalía a un ataque frontal y además la mayoría de las casas estaban bastante lejos de la de mi tío abuelo. La más próxima estaba a dos parcelas de distancia según se salía del viejo caserón a la izquierda. No había observado en ella muchos signos de vida, pero me asomé a la ventana para verla mejor y divisé en el porche a una persona tomando el sol en una mecedora.
Reflexioné durante unos minutos sobre la mejor forma de abordarla, pero no se me ocurrió nada mejor que ir directamente al grano. Conque salí de casa y bajé por el camino que conducía a la del vecino más cercano. Al cruzar la valía vi que el ocupante de la mecedora era un viejo.
-Buenos días, caballero -le saludé-... Vengo a ver si puede usted ayudarme en un asunto.
El viejo cambió de postura.
--¿Quién es usted?
Me identifiqué, lo cual despertó inmediatamente su interés.
--¿Conque Duncan, eh? Nunca le of al viejo hablar de usted. Pero tampoco hablé con él más de diez o doce veces. ¿En qué puedo servirle?
--Querría ver cómo me puedo poner en contacto con la mujer que venía a arreglar la casa de mi tío abuelo.