Robin Hood (Anónimo) Libros Clásicos

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-¡Hay que quitarles el poder! ¡Tenemos que ser gobernados por un rey sajón!
El rey Guillermo, que había estado ausente de Inglaterra, encontró a su vuelta un país levantado
en armas.
Los sajones se mostraban más rebeldes de lo que en un principio se podía suponer.
Los nobles normandos decían a su rey:
-Señor, Ilevado por vuestra bondad y magnanimidad, habéis tratado demasiado bien a los
sajones. Mirad cómo os lo agradecen.
-Majestad, habéis respetado a vuestros súbditos, no les habéis expropiado sus tierras y, en
cambio, ellos se sublevan contra vos. Son unos desagradecidos.
El rey Guillermo, ajeno a los desmanes de sus nobles y desconociendo las razones por las que
sus súbditos sajones se rebelaban contra él, creyó las acusaciones de sus barones.
-Caballeros, creí que los ánimos se apaciguarían. Creí que, poco a poco, los sajones olvidarían
la derrota de Hastings y acabarían aceptándonos. Ahora creo que no lo harán nunca -dijo el rey en
tono de lamento.
Así, tomó la decisión de actuar de inmediato y con contundencia contra los sajones.
Despojó a muchos nobles de sus posesiones bajo acusación de haber promovido o respaldado
la rebelión, y aplastó cruelmente a los rebeldes.
Pese a todo, los sajones continuaron organizándose. Crearon un verdadero ejército clandestino
que, en forma de guerrilla, hostigaba sin tregua a los normandos. Los focos de resistencia contra
los colonizadores se hicieron constantes.
La anhelada paz en Inglaterra se veía cada vez más lejana, y los normandos, aun ricos y
poderosos, no podían vivir tranquilos a causa de las frecuentes insurrecciones de los sajones.
Murió Guillermo I el Conquistador en guerra contra Francia y sus inmediatos sucesores, durante
años y años, tampoco conseguirían apaciguar Inglaterra.
La desconfianza de los sajones hacia los normandos estaba ya tan arraigada que se había
convertido en un obstáculo insalvable entre los dos pueblos.
Los planes de pacificación de los distintos reyes fallaban estrepitosamente y las revueltas
continuaban. Éstas eran contestadas con absoluta represión. Lo que daba lugar a nuevos
enfrentamientos, cada vez más sangrientos.

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