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al que pensáis ejecutar por hacer uso de su derecho a cazar ¿Acaso habéis olvidado que la caza
no es un privilegio normando según las leyes de nuestro rey?
-¿Qué rey? -preguntó cínicamente Guy de Gisborne-. Yo sólo tengo un rey, y es el príncipe
Juan.
-Si es el príncipe Juan el que está detrás de esto, vos y él estáis violando las leyes. No podéis
matar a ese hombre ni torturar a su familia. ¡Que se suspenda la ejecución! -gritó Robin.
-Meteos en vuestros asuntos, jovencito. La ejecución se Ilevará a cabo, ¡por encima de vos si es
preciso!
Robin se fue sin siquiera despedirse. Se dirigió a su castillo. Allí le aguardaban sus hombres,
preparados para lo que él dispusiera. La orden de Robin fue atacar la fortaleza del señor de
Gisborne para liberar a su vasallo Feldon.
Robin y sus hombres no tuvieron en cuenta ni su inferioridad numérica ni el peligro que corrían.
La sed de justicia a igualdad les hacía enfrentarse valerosamente al enemigo.
Guy de Gisborne y sus soldados no esperaban el ataque. Fue un verdadero asalto por sorpresa.
Casi no hubo respuesta: no les dio tiempo a reaccionar, ni siquiera a llegar a las armas.
Robin, con sus propias manos, liberó al desdichado Feldon, que no podía creer lo que estaba
viendo.
Una vez alcanzado su objetivo, Robin y Feldon en el mismo caballo, seguidos por los hombres
que habían hecho posible la victoria, se alejaron al galope. Más tarde, pudieron respirar tranquilos
en los aposentos del castillo de Sherwood.
Sólo había una cosa que entristecía a Robin: no haber podido salvar también a la esposa y los
dos hijos de Feldon de la crueldad del señor de Gisborne.
CAPÍTULO SEIS
EN EL BOSQDE DE SHBRWOOD
Durante varios días, la calma y la paz reinaron en el castillo del conde de Sherwood. La
satisfacción por el deber cumplido era el sentimiento que compartía Robin con sus hombres. El
constante agradecimiento de Feldon era lo único que hacía ensombrecer la alegría de Robin.