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mayores y, como tenía conocimientos de medicina, cuidaba de la salud de todos.
Aunque la vida cotidiana en Sherwood no era fácil, también había momentos para la diversión.
Uno de ellos, quizá el más célebre, fue el día en el que Robin y algunos de sus hombres acudieron
a un torneo de tiro con arco que se celebraba en una ciudad próxima.
Robin y los suyos se habían convertido en verdaderos expertos en el manejo del arco: única
arma disponible en su refugio del bosque.
Todos los premios del torneo los acaparó el grupo de Sherwood. Finalmente, la última prueba,
recompensada con una bolsa de monedas de oro, la superó sin dificultad Robin Hood para
asombro de todos los presentes.
Cuando el alcalde de la ciudad entregó el premio al vencedor, le preguntó su nombre. Robin,
vestido como un caballero y sin su típica capucha, contestó:
-Mi nombre es Robin Hood.
La carcajada fue general. Cuando las risas cesaron, el alcalde volvió a preguntar al ganador por
su nombre.
-Señor, ya os lo he dicho. Mi nombre es Robin Hood.
El alcalde comprendió entonces que el desconocido no estaba bromeando. Llamó a gritos a sus
soldados para que lo apresaran. Pero era demasiado tarde. Robin y los suyos habían huido a todo
galope en sus caballos.
Otra de las más famosas y animadas aventuras de Robin, que demuestra su afán de diversión y
su buen humor, comenzó un día cuando encontró en un camino a un anciano alfarero que iba a la
ciudad de Nottingham a vender su mercancía
El anciano se mareó y cayó al suelo. Robin se acercó a reanimarlo. Le dijo quién era y le ofreció
quedarse en el bosque de Sherwood. Mientras, él mismo iría al mercado y le traería el dinero de la
mercancía que vendiese.
-Gracias, Robin. Puedo confirmar que lo que he oído sobre vos es cierto. Necesito el dinero para
la boda de mi hija, pero está claro que no puedo continuar hasta Nottingham. Acepto vuestro favor