El Rey Lear (William Shakespeare) Libros Clásicos

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Entran LEAR y el BUFÓN.

LEAR
¡Soplad, vientos, y rajaos las mejillas!
¡Rugid, bramad! ¡Romped, turbiones y diluvios,
hasta anegar las torres y hundir las veletas!
¡Fuegos sulfúreos, raudos como el pensamiento,
heraldos del rayo que parte los robles,
quemadme las canas! Y tú, trueno estremecedor,
¡aplasta la espesa redondez de la tierra,
rompe los moldes de la naturaleza y mata
la semilla que produce al hombre ingrato!
BUFÓN
Ah, abuelo: más vale dar jabón en seco que renegar bajo esta lluvia. Entra, abuelo, y pídeles la
bendición a tus hijas. La noche no perdona ni a bobo ni a listo.
LEAR
¡Retumbe tu vientre! ¡Escupe, fuego; revienta, nube!
Ni lluvia, viento, trueno, ni rayo son mis hijas.
De ingratitud no os acuso, elementos:
yo nunca os di un reino, jamás os llamé hijos.
No me debéis obediencia, así que arrojad
vuestro horrendo placer. Aquí está vuestro esclavo,
un pobre anciano, mísero, débil, despreciado.
Y, sin embargo, os llamo aliados serviles
que, unidos a mis dos hijas perversas,
desde el cielo lanzáis vuestras legiones
sobre cabeza tan blanca, tan vieja. ¡Ah, infamia!
BUFÓN
Quien tiene una casa donde meter la cabeza, tiene una buena sesera.
Braguetero busca un hoyo
y va con cabeza al aire,
que se llenará de piojos
cuando tenga que casarse.
El que atiende al dedo gordo
mucho más que al corazón
por un callo andará loco
y despierto del dolor.
Pues no hay mujer guapa que no haga visajes delante del espejo.

Entra KENT.

LEAR
No, seré un modelo de paciencia.
No diré nada.
KENT
¿Quién va?
BUFÓN
Pues la majestad y el braguetero, es decir un sabio y un bobo.
KENT
Ah, señor, ¿estáis ahí? Ni los que aman la noche
aman noches como ésta. Los coléricos cielos
espantan a las fieras que vagan en las sombras
y las retienen en sus cuevas.

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