El Rey Lear (William Shakespeare) Libros Clásicos

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Entrad, mi señor.
LEAR
Tú das importancia a que esta fiera tormenta
nos cale hasta los huesos. Tú lo ves así;
mas donde el mal es mayor, el menor
no se siente. Tú huirías de un oso,
mas si la huida te lleva a la mar brava,
tendrías que afrontarlo cara a cara.
Si está libre la mente, el cuerpo es sensible.
La tormenta de mi mente no me deja
sentir nada, salvo lo que brama dentro,
la ingratitud filial. ¿No es como si la boca
arrancase la mano que le da alimento?
Castigaré sin piedad. ¡No, no voy a llorar más!
¡Dejarme fuera en una noche así!
¡Venga lluvia, que puedo soportarla!
¡En una noche así! ¡Ah, Regan, Goneril!
¡Al padre anciano y generoso que os lo dio todo!
¡Ah, esto lleva a la locura! Que no caiga en ella.
Ya basta.
KENT
Mi buen señor, entrad aquí.
LEAR
Anda, entra tú y protégete. La tormenta
me impide meditar sobre otras cosas
que me harían más daño. Pero entraré. ––
Muchacho, entra tú primero. –– ¡Pobreza sin techo! ––
Vamos, entra. Rezaré y después me dormiré.

Sale [el BUFÓN].

Pobres míseros desnudos, dondequiera que estéis,
expuestos al azote de esta cruel tormenta,
¿cómo os protegerá de un tiempo como éste
vuestra cabeza descubierta, vuestro cuerpo
sin carnes, los harapos llenos de agujeros?
¡Ah, qué poco me han preocupado! Cúrate, lujo;
despójate y siente lo que siente el desvalido,
para que pueda caerle lo superfluo
y se vea que los dioses son más justos.
EDGAR [dentro]
¡Braza y media! ¡Braza y media! ¡Pobre Tom!

Entra el BUFÔN.

BUFÓN
No entres ahí, abuelo: hay un espíritu. ¡Socorro, auxilio!
KENT
Dame la mano. –– ¿Quién anda ahí?
BUFÓN
¡Un espíritu, un espíritu! Dice que se llama Pobre Tom
KENT
¿Quién eres tú, que te quejas en la choza?
Sal de ahí.

Entra EDGAR [disfrazado de mendigo].

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