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Lejos de vendarse en este juego los ojos al paciente, se le permite usar de ellos todo lo que quiera, a cuyo efecto se le coloca en frente de la puerta de un aposento, en la que se extiende de alto a bajo un gran lienzo o sábana. Si la localidad proporciona un aposento capaz para todos los jugadores, se divide la pieza en que se juega por medio de la sábana dicha. Los jugadores se retiran detrás de ella colocando la luz de modo que sus sombras se tracen completamente en la sábana, para que las vea el paciente que está a la otra parte. Los jugadores pasan uno por uno, -y el paciente debe adivinar quién es el que pasa por la figura de la sombra que le presenta la sábana, y nombrarle en alta voz.
Esto parece fácil, mas no lo es; porque cada jugador se disfraza lo mejor que puede, ya con las capas, los sombreros o los chales de los concurrentes; uno se forma una corcova, otro cojea y alarga un labio, o bien se aplica un cosa que haga sombra en la harbadilla o la nariz, o cojea como un derrengado. Una señorita viva y suelta pasa encorvada como una mujer de setenta años; un vivaracho petimetre presenta toda la gravedad de un doctor: y en fin, cada cual adopta las posturas y trajes raros para hacer que el que adivina se equivoque : los yerros de éste excitan la risa, y si consigue adivinar toma su sitio la persona adivinada.