Historia de los Juegos de Azar

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Pero ganar es, siempre, mucho más difícil quo dejar hasta la camisa sobre el paño verde. Cuando se comienza a acertar, se puede llegar a creer que todo es cuestión de doblar la apuesta hasta desbancar a la casa. Pero las rachas de más de diez chances repetidas son frecuentes.

El secreto consiste en retirarse a tiempo. Y, en estos casos, uno nunca sabe cuando es "a tiempo".

Para enfrentarse al casino con chances ciertas, habría que poseer en los bolsillos una banca tan ilimitada como la de la propia casa, lo cual es difícil en los casinos estatales, ya que dentro de la maraña de organismos burocráticos, la banca también cuenta con la Casa de Moneda. El record, en algún momento, lo tuvo Montecarlo, con 26 negros consecutivos (conviene consignar estos datos en forma condicional, porque quién sabe que milagros estará haciendo la mano de algún tallador mientras escribo estas líneas). Justamente, el hacedor del destino de los apostadores pareciera ser el tallador, que se erige en dueño de haciendas y fortunas al arrojar al plato de la ruleta la caprichosa bola.

Por ese motivo, una de las cábalas más habituales es seguir de mesa en mesa el rumbo de algunos que parecen favorecer la suerte. Pero la ruleta también tiene sus contraindicaciones para los supersticiosos. Con sólo saber que sus 36 números, sumados, den nada menos que 666, cifra que la mitología bíblica simboliza al diablo, alguno de ellos han dejado de jugar definitivamente.

En 1861 , Francia se quedó con la mayor parte de las tierras fértiles del pequeño principado de Mónaco, dejándole a la familia Grimaldi sólo un peñasco sobre el Mediterráneo, mirando a Italia. La princesa madre, Carolina, sugirió entonces a su hijo Charles III que acudiera en busca de un personaje de dudosa prosapia, llamado Francois Blanc. Los antecedentes de este sujeto eran la fundación de un lujoso casino en Luxemburgo y otro en la ciudad de Baden-Baden (Alemania). La ruleta, que había encumbrado a Blanc, en esos tiempos comenzaba a crearle cierta mala fama, debido a que algunos personajes, luego de perder fortunas, decidían seguir el camino del suicidio. Al establecerse en Mónaco, Blanc hizo coincidir la habilitación del casino con la prohibición de la venta de armas en el distrito. De cualquier modo, los infortunados elegían matarse tirándose desde el peñasco.

Francois tuvo un hijo, Camille siguió sus pasos: una de las frases que lo atribuye la leyenda al joven tahúr es "noir ou rouge, C'est toutjours le blanc qui gagne" (negro o rojo, siempre gana el blanco), en alusión a su propio apellido. Otra de las anécdotas lo describe diciendo, con cara de póker, "ya va a volver, es dinero prestado", cuando un inglés llamado Deville Wells desbancó a Montecarlo en una sola noche.

Este salpicado de recortes, algunos ciertos y otros muy probablemente apócrifos (quién sabe), no puede olvidar a Dostoievsky y su apasionamiento por la ruleta. Su vida estuvo dividida entre el paño verde y el blanco de las hojas; jugó y escribió en su país y fuera de él. Según cuentan, el novelista sentó cátedra a tal punto que fue imitado por muchos que pensaron que pare escribir con su maestría, primero debían tener varias malas noches en algún casino.


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