Don Quijote de la Mancha (Miguel de Cervantes Saavedra) Libros Clásicos

Página 86 de 838

la chimenea, donde, con mucho trabajo y tiempo, encendió el cuadrillero
otro candil.


Capítulo XVII. Donde se prosiguen los innumerables trabajos que el bravo
don Quijote y su buen escudero Sancho Panza pasaron en la venta que, por su
mal, pensó que era castillo

Había ya vuelto en este tiempo de su parasismo don Quijote, y, con el mesmo
tono de voz con que el día antes había llamado a su escudero, cuando estaba
tendido en el val de las estacas, le comenzó a llamar, diciendo:
-Sancho amigo, ¿duermes? ¿Duermes, amigo Sancho?
-¿Qué tengo de dormir, pesia a mí -respondió Sancho, lleno de pesadumbre y
de despecho-; que no parece sino que todos los diablos han andado conmigo
esta noche?
-Puédeslo creer ansí, sin duda -respondió don Quijote-, porque, o yo sé
poco, o este castillo es encantado. Porque has de saber... Mas, esto que
ahora quiero decirte hasme de jurar que lo tendrás secreto hasta después de
mi muerte.
-Sí juro -respondió Sancho.
-Dígolo -replicó don Quijote-, porque soy enemigo de que se quite la honra
a nadie.
-Digo que sí juro -tornó a decir Sancho- que lo callaré hasta después de
los días de vuestra merced, y plega a Dios que lo pueda descubrir mañana.
-¿Tan malas obras te hago, Sancho -respondió don Quijote-, que me querrías
ver muerto con tanta brevedad?
-No es por eso -respondió Sancho-, sino porque soy enemigo de guardar mucho
las cosas, y no querría que se me pudriesen de guardadas.
-Sea por lo que fuere -dijo don Quijote-; que más fío de tu amor y de tu
cortesía; y así, has de saber que esta noche me ha sucedido una de las más
estrañas aventuras que yo sabré encarecer; y, por contártela en breve,
sabrás que poco ha que a mí vino la hija del señor deste castillo, que es
la más apuesta y fermosa doncella que en gran parte de la tierra se puede
hallar. ¿Qué te podría decir del adorno de su persona? ¿Qué de su gallardo
entendimiento? ¿Qué de otras cosas ocultas, que, por guardar la fe que debo
a mi señora Dulcinea del Toboso, dejaré pasar intactas y en silencio? Sólo
te quiero decir que, envidioso el cielo de tanto bien como la ventura me
había puesto en las manos, o quizá, y esto es lo más cierto, que, como
tengo dicho, es encantado este castillo, al tiempo que yo estaba con ella
en dulcísimos y amorosísimos coloquios, sin que yo la viese ni supiese por
dónde venía, vino una mano pegada a algún brazo de algún descomunal gigante
y asentóme una puñada en las quijadas, tal, que las tengo todas bañadas en
sangre; y después me molió de tal suerte que estoy peor que ayer cuando los

Página 86 de 838
 


Grupo de Paginas:                                     

Compartir:




Diccionario: