Memorias del subsuelo (Fedor Dostoiewski) Libros Clásicos

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Claro que esto es una tontería. Al fin, uno accede; pero no me cabe duda de que, antes de casarla, tomaría informes de los pretendientes, a los que eliminaría uno tras otro, aunque acabaría por casarla con el que ella prefiriese. Pero resulta que el que quiere la muchacha es el que más desagrada al padre. Sí, así es. Y ocurren muchas desgracias en las familias por este motivo.
-A algunos no les importa vender a sus hijas, en vez de casarlas honorablemente -replicó Lisa en el acto.
«¡Ah! ¿Conque se trata de eso?»
-Eso, Lisa, sólo ocurre en las familias malditas, a las que no asisten ni Dios ni el amor -repuse con vehemencia-. Y donde no hay amor, falta también la razón. Esas familias existen, pero no me refiero a ellas. Lo que acabas de decir me demuestra que no has sido feliz en tu casa. Sí, eres una desgraciada... ¡Generalmente es la pobreza la causa de todos los males!
-¿Acaso entre los señores no ocurre lo mismo? La gente honrada vive feliz incluso en la pobreza.
-Hum... Sí, puede ser. Pero también sucede, Lisa, que el hombre sólo se fija en su sufrimiento: no se detiene a pensar en su felicidad. Si pensara en su felicidad, vería que en todas las etapas de su vida ha tenido momentos felices. Pero si todo va bien en la familia, si Dios la ha bendecido, si el esposo es bueno y se preocupa por la mujer en vez de abandonarla..., ¡qué bien se está con la familia! Incluso si en la casa entra el infortunio. Por lo demás, ¿acaso no entra el infortunio en cualquier parte? Si algún día te casas, quizá lo sepas por experiencia. Por el contrario, en los primeros tiempos de la vida conyugal con el ser amado, ¡cuánta felicidad! ¡Una felicidad constante! Incluso las querellas terminan bien entre esposos en esta primera etapa. Hay mujeres que cuanto más quieren a su marido, más disputas con él provocan. Puedo asegurarlo, porque conocí a una de esta clase. «¡Te quiero tanto, que te hago sufrir, a fin de que te des cuenta!» ¿Sabías esto? Puede suceder que se atormente a una persona por exceso de cariño. Las mujeres obran así con sus maridos. Se dicen: «Te amo y te acaricio tanto, que tengo derecho a atormentarte un poco». Y todos los que viven alrededor del matrimonio comparten su alegría.

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