Misas herejes (Evaristo Carriego) Libros Clásicos

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canta!
* * *
Como un deslumbramiento de rubias primaveras
irradian y perfuman las dichas prisioneras
de todos tus encantos ¡Oh, poemas paganos!
Heroína y señora de rondeles galanos:
para que siempre puedas orquestar tus mañanas
calandrias y zorzales mis selvas entrerrianas
te ofrecen en mis trovas. Que en todos los momentos
te den las grandes liras sus más nobles acentos,
y revienten las yemas donde el Placer anida,
en las exaltaciones gloriosas de la Vida
que surgen en el cálido Floreäl de tus horas,
como un carmen de auroras, ¡eternamente auroras!

A Carlos de Soussens
Caballero de Friburgo, de un castillo de aventuras, cuyas águilas audaces remontaron el Ideal, soñadoras de los nidos de las líricas futuras, la pupila al sol abierta, coronando las alturas en el vuelo de armonías de una musa: la
orquestal.
Visionario de un ensueño que inspiró un
vino divino,
melancólicas vendimias de las uvas de tu Abril... tu también tendrás un Murger, y verá el
barrio Latino perpetuarse tu bohemia; milagroso peregrino, compañero de prisiones en la Torre de
marfil...
Que se cumpla, por tu gloria, la promesa de
Darío,
al decirte de una estatua sobre firme
pedestal;

que relinchen tus corceles los clarines de su

brío,
que la Virgen del sudario no desole con su
frío

el jardín de poesía de un eterno Floreäl.

En las misas de tu credo, más cordiales,
más inquietas,
que te canten y consagren fugitivo de
Verlaine;


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