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Pero no hay los versos. ¡Qué quieres!... ¡te fuiste! -¡Visión de saudades, ya buenas, ya malas! La nieve incesante del bárbaro hastío ¿no ves? ha quemado mis líricas alas.
...¿Para que añoranzas? Son filtros amargos como las ausencias sus hoscos asedios... Prefiero las rosas, prefiero tu risa que pone un rayito de sol en mis tedios.
Y porque al fin vuelves, después del olvido, en hora de angustias, en hora oportuna, alegre como antes, es hoy mi cabeza ¡una pobre loca borracha de luna!
Tu risa
Cuando escucho el rojo violín de tu risa en el que olvidados acordes evocas, un cálido vino-licor de bohemia me llena el cerebro de músicas locas.
Un vino que moja tu noble garganta... -una húmeda jaula de finos cristales, cuyas orquestales invisibles rejas, aprisionan raros divinos zorzales-
Y cuando lo escancias, cordiales de un ritmo que roba caricias a los terciopelos, caen en mi copa, de espumas amargas, cual lluvia de estrellas de líricos cielos.
¡Tu risa!... Me encanta, me obseda el oído, como un intangible sonoro teclado sobre el que han volcado los duendes amables un rico y bullente dorado!
No sé porque a veces, si en rápida fuga tus polifonías se van diluyendo, por mi éxtasis pasan tristes y jocosos pierrots que muriesen llorando y riëndo...
No sé porque a veces me quedo pensando en óperas breves, donde colombinas hermosas y rubias, fingiesen collares de luz en las danzas de las serpentinas.
O, muy vagamente, bajo mecedores gentiles ensueños de cosas francesas, me creo en florido jardín de Versalles, acechando un coro de lindas marquesas.
Si acaso disipa mis hondos mutismos, con su leve magia de dulces misterios, en la quietud vibra, como una sonata de alegres clarines en un cementerio.