Misas herejes (Evaristo Carriego) Libros Clásicos

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Las manos de bellezas irreäles, las manos como lirios de recuerdos, de aquellas que se fueron a, la luna, en la piedad del éxtasis eterno.
Las místicas, fervientes como exvotos, inmaterializadas en el rezo, las manos que humanizan las imágenes de los blondos y tristes nazarenos.
Y las manos que triunfan del Olvido, ¡esas, blancas como el remordimiento de no haberlas besado, ni siquiera con el beso intangible del ensueño!



A Colombina, en Carnaval
Colombina ¿qué se hicieron tus risas de cascabel? ¡Ah! desde que se perdieron -lo saben quienes te oyeron-quedó inconcluso un rondel...
Surge de las viejas salas y como antes, oportuna, vuelve a reinar, hoy que exhalas suspiros por las escalas con que asaltaste la luna.
¿Porqué ese reír que suena como un fúnebre fagot?... Si es la que yo sé tu pena, no te aflijas, que serena fue la muerte de Pierrot.
Murió de haberte querido... Y ahora que sé tu mal, para empaparte de olvido, voy a mojar tu vestido con agua de madrigal.
Pero debo imaginarte entre todas confundida, si es que quieres disfrazarte, y así, empezaré a rimarte la estrofa ayer ofrecida.
Y puesto que eres coqueta, sensible a un buen decidor, porque lo mandas, inquieta, me vestiré de poeta para cantarte mejor.
Anónima enmascarada que vas, nerviosa, a la cita,
de sutil gasa adornada, como una media calada que a la indiscreción incita:
Lleva el disfraz colorado, que te acompaña al placer, la sangre que ha derramado un corazón reventado en tus manos de mujer.
Marquesita sin blasones, sabia en la broma galante, que escuchas en los salones, correr mil murmuraciones de elogios a la intrigante.

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