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flor del suburbio desconsolado,
lirio de anemia que dio el arroyo.
Vida sin lucha, ya prisionera,
pichón de un nido que no fue eterno.
¡Sonriente rayo de primavera
sobre la nieve de aquel invierno!
Radiación rubia de luz que ärde
como un sol nuevo frente a un ocaso,
triste promesa, mujer más tarde
linda y deseada que será, acaso,
la Inés vencida, la dulce monja
de los tenorios de la taberna,
cuando el encanto de la lisonja
le dé su frase nefanda y tierna.
-Ritual vedado de sensaciones
trágicos sueños, fiebres aciagas,
hostias de vicios y tentaciones
de las alegres jóvenes magas...
¡Que de heroínas, pobres y oscuras,
en esos dramas! ¡cuántas Ofelias!
Los arrabales tienen sus puras
tísicas Damas de las Camelias-
Por eso sufre, la mendicante,
como una idea terrible y fija
que no ha empañado su amor radiante
por esa hija que no es su hija.
Más sus bellezas de renunciada
jamás del crudo dolor la eximen...
¡sin haber sido, siquiera, amada
se siente madre de los que gimen!
Madre haraposa, madre desnuda,
manto de amores de barrio bajo:
¡es una amarga protesta muda
esa devota de San Andrajo, que conociese sólo los besos de rudos fríos en los portales, como descanso para sus huesos sólo le dieron los hospitales!
Girón humano que siempre flota sobre sus ansias indefinibles, bondad enferma que no se agota ni en las miserias irredimibles que la torturan, sin un olvido para sus lacras, para su suerte: con la certeza de haber vivido como un despojo para la muerte!