Peter Pan (J.M. Barrie) Libros Clásicos

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-¡Desgarra!
-Oye, John-dijo Peter.
-Sí.
-Di «sí, señor».
-Sí, señor.
-Hay algo -continuó Peter- que cada chico que está a mis órdenes tuvo que prometer y tú también debes hacerlo. John se puso pálido.
-Es lo siguiente: si nos encontramos con Garfio en combate, me lo debes dejar a mí.
-Lo prometo -dijo John lealmente.
Por el momento se sentían menos aterrados, porque Campanilla estaba volando con ellos y con su luz podían verse los unos a los otros. Por desgracia no podía volar tan despacio como ellos y por eso tenía que ir dando vueltas y vueltas formando un círculo dentro del cual se movían como un halo. A Wendy le gustaba mucho, hasta que Peter le señaló el inconveniente.
-Me dice -dijo- que los piratas nos avistaron antes de que se pusiera oscuro y han sacado a Tom el Largo.
-¿El cañón grande?
-Sí. Y, por supuesto, deben de ver su luz y si se imaginan que estamos cerca seguro que abren fuego.
-¡Wendy!
-¡John!
-¡Michael!
-Dile que se vaya ahora mismo, Peter -exclamaron los tres al mismo tiempo, pero él se negó.
-Cree que nos hemos perdido -replicó fríamente-, y está bastante asustada. ¡No esperaréis que le diga que se vaya sola cuando tiene miedo!
El círculo de luz se rompió momentáneamente y algo le dio a Peter un pellizquito cariñoso.
-Entonces dile -rogó Wendy-, que apague la luz.
-No puede apagarla. Eso es prácticamente lo único que no pueden hacer las hadas. Se apaga sola cuando ella se duerme, igual que las estrellas.
-Entonces dile que duerma inmediatamente -casi le ordenó John.
-No puede dormir más que cuando tiene sueño. Es la única otra cosa que no pueden hacer las hadas.

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