Peter Pan (J.M. Barrie) Libros Clásicos

Página 80 de 166

Peter se irguió de un salto, tan despierto al instante como un sabueso y con un grito de advertencia despertó a los demás. Se quedó inmóvil, con una mano en la oreja.
-¡Piratas! -exclamó. Los otros se acercaron más a él. Una sonrisa extraña le bailaba en la cara y Wendy la vio y se estremeció. Mientras sonreía de esta manera nadie se atrevía a hablarle, lo único que podían hacer era estar preparados para obedecer. Dio la orden brusca y tajantemente:
-¡Al agua!
Hubo un destello de piernas y al instante la laguna pareció desierta. La Roca de los Abandonados se alzaba sola en las lúgubres aguas, como si ella misma estuviera abandonada.
La barca se acercó. Era el bote pirata, con tres figuras dentro, Smee, Starkey y la tercera una cautiva, nada más y nada menos que Tigridia. Iba atada de pies y manos y conocía el destino que le esperaba. La iban a dejar en la roca para que pereciera, un fin que para los de su raza era más horrible que morir en la hoguera o bajo tortura, pues ¿acaso no está escrito en el libro de la tribu que no hay un sendero en el agua que lleve al paraíso de los cazadores? Sin embargo, tenía una expresión impasible: era hija de un jefe, debía morir como la hija de un jefe y con eso bastaba.
La habían atrapado abordando el barco pirata con un cuchillo en la boca. En el barco no se hacía guardia, pues Garfio se jactaba de que la fama de su nombre bastaba para proteger el barco en una milla a la redonda. Ahora el destino de ella también contribuiría a protegerlo.

Página 80 de 166
 


Grupo de Paginas:           

Compartir:



Diccionario: