Peter Pan (J.M. Barrie) Libros Clásicos

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Supo que pronto estarían ahogados, pero no podía hacer más.
Mientras yacían el uno junto al otro una sirena agarró a Wendy de los pies y se puso a tirar de ella suavemente hacia el agua. Peter, al sentir que se soltaba de él, volvió en sí de golpe y llegó justo a tiempo de rescatarla. Pero tenía que decirle la verdad.
-Estamos en la roca, Wendy -dijo-, pero se está cubriendo. El agua no tardará en cubrirla del todo.
Ni siquiera entonces lo entendió ella.
-Tenemos que irnos -dijo casi con animación.
-Sí -respondió él débilmente.
-¿Nadamos o volamos, Peter?
No le quedó más remedio que decírselo.
-Wendy, ¿crees que podrías nadar o volar hasta la isla sin mi ayuda?
Ella tuvo que admitir que estaba demasiado cansada. Él soltó un gemido.
-¿Qué te ocurre? -preguntó ella, preocupada por él al instante.
-No te puedo ayudar, Wendy. Garfio me ha herido. No puedo ni volar ni nadar.
-¿Quieres decir que nos vamos a ahogar los dos?
-Mira cómo sube el agua.
Se taparon los ojos con las manos para evitar aquella visión. Pensaron que no tardarían en morir. Mientras estaban así sentados una cosa rozó a Peter con la levedad de un beso y se quedó allí, como preguntando tímidamente: «¿Puedo servir para algo?»
Era la cola de una cometa, que Michael había construido unos días antes. Se le había escapado de las manos y se había alejado volando.
-La cometa de Michael -dijo Peter con indiferencia, pero un momento después la tenía agarrada por la cola y tiraba de la cometa hacia él-. Levantó a Michael del suelo -exclamó-, ¿por qué no podría llevarte a ti?

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