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Oh, no. Lo hemos escrito así porque ése era el bonito plan que tenían ellos antes de que nos fuéramos del barco, pero debe de haber pasado algo desde entonces, porque no son ellos los que han entrado volando, son Peter y Campanilla. Las primeras palabras de Peter lo revelan todo.
-Deprisa, Campanilla -susurró-, cierra la ventana, échale el pestillo. Así, bien. Ahora tú yyo tenemos que huir por la puerta y cuando Wendy llegue creerá que su madre la ha dejado fuera y tendrá que volver conmigo.
Ya comprendo lo que hasta ahora me venía escamando: por qué cuando Peter hubo exterminado a los piratas no regresó a la isla y dejó que Campanilla guiara a los niños hasta el mundo real. Había tenido planeada esta trampa desde el principio.
En lugar de pensar que se estaba portando mal se puso a bailar de alegría; luego atisbó en el cuarto de jugar para ver quién estaba tocando. Le susurró a Campanilla:
-Ésa es la madre de Wendy. Es una señora muy guapa, pero no tan guapa como mi madre. Tiene la boca llena de dedales, pero no tanto como la tenía mi madre.
Por supuesto, él no sabía nada de nada sobre su madre, pero a veces se jactaba de ella.
No conocía la melodía, que era «hogar, dulce hogar», pero sabía que estaba diciendo: «Vuelve, Wendy, Wendy, Wendy» y exclamó entusiasmado:
-Señora, jamás volverá a ver a Wendy, porque la ventana está cerrada.
Volvió a atisbar para ver por qué se había interrumpido la música y entonces vio que la señora Darling había apoyado la cabeza en la caja del piano y que tenía dos lágrimas en los ojos.