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Y Otto Harkaman.
Harkaman era mi Vikingo Espacial. Eso le habría distinguido incluso si no sobrepasara al más alto de todos por una cabeza. Llevaba una cazadora negra y corta, bordada pesadamente en oro y pantalones también negros cuyas perneras se metían en botas que le llegaban hasta el tobillo; la daga de su cinturón no era un simple ornamento de gala. Su pelo rebelde rojo pardo era lo bastante largo como para proporcionar un acolchado extra a un casco de combate y su barba estaba cortada cuadrada en la parte inferior.
Había estado luchando en Durendal, para una de las ramas de la casa real que peleaba fraticidamente por el trono. Como se equivocó de bando, perdió su nave y la mayor parte de sus hombres y, casi, su propia vida. Fue una ruina de refugiado en Flamberge, poseyendo sólo las ropas que llevaba, sus armas personales y la lealtad de media docena de aventureros tan sin un céntimo como él mismo, cuando Duke Angus le invitó a Gram para mandar el Enterprise.
-Un placer, lord Trask. He conocido a su adorable futura esposa y ahora que le conozco a usted, permítame que les felicite a ambos luego, mientras bebían juntos, preguntó -: ¿Usted no tiene nada invertido en la aventura Tanith, verdad?
Contestó que no y lo hubiera dejado estar así. Lo malo es que también tuvo que intervenir el joven Basil Gorram.
- Lord Trask no aprueba la Aventura Tanith - dijo desdeñoso -. Piensa que deberíamos quedarnos en casa y producir riqueza, en lugar de exportar el robo y el asesinato a la Antigua Federación.
La sonrisa persistió en el rostro de Otto Harkaman; solo que había desaparecido toda sensación amistosa.