La lucha por la vida I (Pío Baroja) Libros Clásicos

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libro. Pero el autor lo desconoce: sólo sabe que en aquel minuto, en aquel
segundo, hacía ya largo rato que los caballos de la noche galopaban por
el cielo. Era, pues, la hora del misterio; la hora de la gente maleante; la
hora en que el poeta piensa en la inmortalidad, rimando hijos con
prolijos y amor con dolor; la hora en que la buscona sale de su cubil y el
jugador entra en él; la hora de las aventuras que se buscan y nunca se
encuentran; la hora, en fin, de los sueños de la casta doncella y de los
reumatismos del venerable anciano. Y mientras se deslizaba esta hora
romántica, cesaban en la calle los gritos, las canciones, las riñas; en los
balcones se apagaban las luces, y los tenderos y las porteras retiraban
sus sillas del arroyo para entregarse en brazos del sueño.


La lucha por la vida I. La busca

En la morada casta y pura de doña Casiana, la pupilera, reinaba hacía
algún tiempo apacible silencio: sólo entraba por el balcón, abierto de par
en par, el rumor lejano de los coches y el canto de un grillo de la
vecindad, que rascaba en la chirriante cuerda de su instrumento con
persistencia desagradable.

En aquella hora, fuera la que fuese, marcada por los doce lentos y
gangosos ronquidos del reloj del pasillo, no se encontraban en la casa
más que un señor viejo, madrugador impenitente; la dueña, doña
Casiana, patrona también impenitente, para desgracia de sus
huéspedes, y la criada Petra.

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